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Adiós Karakorum…o no

…Amanece un bonito y soleado día. Miro al G-I con indiferencia. Su cumbre ya no domina mis pensamientos; estos están ahora lejos de aquí, con mi gente, en mi tierra. Sé que no sentiré tristeza cuando de la espalda a este coloso, como sí ha ocurrido en otras ocasiones. Y sé también que, cuando abandone el glaciar del Baltoro y la vida vuelva a discurrir bajo mis pies, lo habré hecho por última vez. El Karakorum forma parte importante de mi vida, y he vivido aquí momentos absolutamente únicos e irrepetibles pero…mi ciclo aquí ha terminado.

Estas son las últimas palabras que escribía en al Campo Base de los Gasherbrum en el año 2013…y vive Dios que las decía desde el fondo de mi corazón.

Tres compañeros se habían quedado para siempre en las laderas del Hiden Peak, y mi ánimo estaba por los suelos.

Oscar consiguió su decimotercer Ochomil, y juntos trotamos Balto abajo como si nos persiguiese el mismísimo diablo, de regreso a nuestros hogares.

Pero, en mi mente zigzagueaba como una culebrilla inquieta una reflexión que, hace varios años ya, oí a Juanjo San Sebastián tras una de las expediciones que realizó al K-2. No sé porqué razón me quedé con aquella reflexión. Tal vez fuera porque, transcurridos los años, acabaría haciéndola mía.

Vino a decir el alpinista Vizcaíno que, cuando daba la espalda al K-2 al finalizar la expedición, juró y perjuró que jamás volvería a esa montaña. Dijo también que, cuando giraba en Concordia para lanzarse Baltoro abajo, y dejó de ver la descomunal silueta del Chogori, supo que regresaría a esa montaña…y lo hizo en 4 ocasiones más.

No quiero decir con esto que los alpinistas seamos hombres de poca palabra (por la cuenta que me trae) no; quiero hacer ver que, estas enormes montañas desatan en ocasiones sentimientos encontrados  y contradictorios en nuestras maltrechas cabezas.

El motivo de que me ponga esta venda antes de la herida es que…este próximo Verano vuelvo al Baltoro. Sí, vuelvo a ese glaciar torturado y torturador. Vuelvo al Karakarum, cordillera implacable e imprevisible. Vuelvo porque…vuelvo. No necesito dar más explicaciones.

Un buen amigo me dijo (al saber de mis intenciones) que me iba a tirar la mitad del tiempo escalando el Broad Peak y la otra mitad explicando porqué había faltado a mi palabra de no regresar al Karakorum. Espero que haga falta llegar  a esos extremos.

El caso es que el Broad Peak se ha cruzado de nuevo en mi camino y no voy a hacer nada por apartarme de su trayectoria, es más, voy a salir a su encuentro y espero que nos volvamos a ver las caras con más fortuna de la que tuve en el, ya lejano, 2003.

En aquella ocasión, Julen y yo, nos exprimimos a base de bien en esa montaña, llegando a realizar tres intentos consecutivos a cumbre y en los que la cota 7500 nos detuvo en las tres ocasiones. Sufrimos como perros abriendo huella en ese interminable campo de nieve que va desde el C.III hasta el collado. El frío aquí es estremecedor.

No conseguimos llegar a la cumbre pero, ¡¡cómo disfrutamos en esta montaña!!: durante 2 semanas estuvimos solos en la montaña. Hacíamos y deshacíamos a nuestro antojo. No había polémicas con las «putas» cuerdas fijas ni con quién tenía que abrir huella hoy o mañana. A la tercera semana comenzaron a aparecer nuevas expediciones y el sentido de la montaña cambió por completo.

Sé que esas sensaciones que viví allí en el 2003 no se repetirán; serán otras: unas mejores y otras peores; todas distintas.

Vuelvo al Broad con Oscar. Se nos dará bien, mal o regular pero, no sé porqué, me veo filmando al bueno de Oscar pisando la cima de su decimocuarto Ochomil

La temporada de esquí de pista ha concluido y Chamonix respira tranquilo en espera de la marabunta que, más que presumiblemente, abarrotará sus calles y mercados durante el inminente Verano.

De momento la actividad  de esquí de montaña se limita, casi exclusivamente, al asedio sistemático del Mont Blanc por casi todos sus flancos. Los refugios de Cósmicos y Gran Mouletes están abarrotados de esquiadores en espera de tan codiciado trofeo.

Tanto a Fernando como a mí nos gustan más las rutas menos transitadas, en donde poder retomar ese alpinismo añejo y entrañable, casi en blanco y negro, que un buen día se coló en nuestro torrente sanguíneo, y ahí sigue todavía, dándonos más disgustos que alegrías.

La ruta elegida para este puente del 1 de Mayo es pues, una ruta solitaria para estas fechas, pero de una singular belleza: La arista Mattriere al Dom de Miage.

Para ello ascendemos los casi 1700m de desnivel que distan desde el aparcamiento de Grubaz hasta el escondido refugio de Plan Glacier (2730m).

El día es magnífico y el enorme paredón Norte del Dom de Miage se muestra impresionante, en toda su extensión. No hay huellas que delaten presencia humana en los alrededores así que, todo augura a que seremos los únicos inquilinos del pequeño refugio de madera, incrustado en una pared de roca de las estribaciones de la aguja de Bionassay.

Las nubes van ganando terreno al Sol y la nieve comienza  caer antes de que alcancemos la seguridad de refugio, el cual encontramos semisepultado en la nieve. Estamos a 1 de Mayo pero el Invierno se resiste a abandonar estas montañas.

Tres días sin cesar de nevar ni un solo minuto es lo que nos tenía reservado este singular paraje. La nieve se va acumulando peligrosamente en las laderas de la montañas pero, no podemos quedarnos en el refugio eternamente así que, iniciamos un intento de «sálvese quien pueda» siguiendo el trak del GPS pero, la visibilidad es nula y nos estamos jugando el pescuezo.

Después de descender 700m de desnivel sobre nuestros esquís, solo nos queda una solución razonable…volver sobre nuestras huellas en busca de la seguridad del refugio. Sigue nevando y no vemos más allá de la punta de las espátulas de nuestros propios esquís por lo que, encontrar el pequeño hueco en la nieve en donde se encuentra nuestro chalecito de montaña, nos hace respirar profundamente, mezcla de alivio y satisfacción.

La arista Mettriere hace días que ya ha desaparecido de nuestra cabeza. Solamente podemos pensar en descender hasta los Chalets de Miage, en cuyos tejados todavía persiste la nieve, y tomar la pista que desciende hasta el aparcamiento de Grubaz.

Afortunadamente, el cuarto día amanece frío y despejado en altura. La nieve se ha transformado y, como si de un premio se tratara, nos permite un descenso de seda en los primeros centenares de metros.

Es lo más parecido que puede haber a esquiar encima de las nubes.

El Bosque de Sansanet

Caminar por el bosque de Sansanet cuando la noche todavía se aferra en el fondo del valle de Aspe es una sensación para no olvidar. Pues eso, que como no lo olvidamos, regresamos una vez más para iniciar una nueva ruta a este mágico lugar, donde el juego de luces y sombras alcanza una dimensión especial.

Dos rutas principales salen desde el aparcamiento de Sansanet: una hacia el Ibón de Estanés, y otra, por el fondo del valle, hacia la Chorrota y circo de Aspe.

Ambas hemos recorrido durante los últimos días de Diciembre, y primeros de Enero, en nuestro afán por descubrir todos los rincones del bonito valle de Aspe.

Estos dos vídeos son solo una pincelada del gran número de actividades que se pueden hacer en esta singular zona donde, «las caras Norte», se muestran imponentes, tapizadas de hielo en su típica estampa invernal.

De todos es sabido la animadversión que existe entre el agua y el vino. Separados, son un regalo de los Dioses: uno para mantenernos vivos y el otro para que esa vida sea un poquito más amable y llevadera pero, juntarlos da una mezcla explosiva. Eso debieron pensar los Dioses cuando, después de 2 días de lluvias incesantes, dentro de una Primavera-Invierno que está a punto de conseguir que nos salgan escamas, decidieron extender la gran capa de la Cofradía del Vino sobre Lumbier para no aguar la celebración del XIII Gran Capítulo de la cofradía del vino de Navarra, el día 9 de Junio.

Recibir un premio, o condecoración, o galardón… siempre es motivo de orgullo, sobre todo si ni siquiera sospechas que quien te lo va otorgar está pensando en ti. Por eso, el nombramiento de Cofrade de Honor de la Cofradía del Vino de Navarra, supuso para mí algo más que unos bonitos momentos en los que queda saciado el ego personal.

Mientras me colocaban la capa, txapela y medallón, símbolos del cofrade del vino, en el centro cívico de Lumbier, delante de mi familia, amigos y vecinos, me sentí un tipo con suerte. Ser reconocido en tu tierra y por tu gente es algo que te llena por dentro como pocas cosas; y por una razón muy sencilla que no está sujeta a intereses de ningún tipo, sino que sale de lo más profundo de ti mismo: cuando la montaña decide que ha llegado el momento de sufrir (y no nos engañemos, esos momentos llegan tarde o temprano en todas expediciones) y te toca agachar la vista y continuar ascendiendo, tu cabeza busca irremediablemente el alivio, el consuelo ante tal agresión. Es entonces cuando las imágenes de tu tierra y los rostros de tu gente acuden con la velocidad del rayo a mitigar esos amargos momentos. Tú tierra y Tú gente…no hará falta que os busque en el Gasherbrum cuando las cosas se pongan duras, sé que acudiréis a mi lado para ayudarme.

Me consta que, quien barajó mi nombre para este nombramiento fue el Ayuntamiento de Lumbier, institución que siempre ha estado a mi lado a lo largo de todos estos años apoyándome económicamente, cuando se ha podido, y moralmente, SIEMPRE.

El pañuelico de Lumbier y el medallón de la cofradía del Vino se unirán en el Campo Base del Gasherbrum I y, ¡quién sabe!, tal vez en la cumbre.

Afortunadamente el olor a brea brilló por su ausencia en la séptima edición de la marcha cicloturista «Irati Extrem». Esto quiere decir que el calor no supuso un problema añadido al de, ya de por sí, inherente al propio recorrido de esta impresionante prueba ciclista.

El Norte de Pakistán es un lugar duro, duro de verdad, en donde apenas se encuentra otra cosa que desiertos de rocas y extensos glaciares. Allí todo está impregnado de esa belleza salvaje de lo indomesticable. Allí se comprueba, de primera mano, la verdadera dimensión del ser humano en el contexto de una geografía brutal.

Sé que, al igual que los rostros de mi gente acudirán a mi cabeza cuando el G I y yo estemos frente a frente, la tranquilizadora belleza del «Bosque de bosques» del que he disfrutado a lomos de mi bicicleta este pasado fin de semana, será un bálsamo de verdor en medio de un universo en blanco y negro.

La interminable dureza del Artaburu-Errozate o del Larrau, no consiguieron imponerse a la belleza de esos momentos mágicos, cuando los rayos del sol se filtraban entre la niebla iluminando lagos, prados y hayedos, en una explosión de color mientras ascendía el Coll de Bagargui.

Quién me iba a decir que, dos acontecimientos que nada parecen tienen en común, salvo la tierra en donde se llevan a cabo, se iban a unir para viajar juntos hasta el otro lado del mundo y ascender a mi lado por las heladas pendientes una montaña de más de 8000m.

Esto es la magia de la montaña…¡nunca dejará de sorprenderme!

Medallón de la Cofdradía del Vino

Patxi (izda.) en las rampas del Larrau

Esta es la prueba irrefutable de que los montañeros no somos quienes elegimos las montañas que vamos a escalar, sino que son ellas quienes nos eligen a nosotros.

Este año 2013 era (eso creía yo iluso de mí) de los que no tocaban, de los que solemos decir: «Este año yo me quedo en tierra». La adquisición de una nueva bicicleta y la reparación del coche tras un buen golpe contra una máquina quitanieves así lo aconsejaban pero, fue la prudencia precisamente, la que me llevo a estrellarme contra esa máquina infernal que deambula en noches intempestuosas por esas carreteras de Dios. Sé que esta excusa se sostiene menos que una verdad en boca de tesorero pero, algo tenía que decir para justificar mi cambio de decisión.

La expedición al NUN del año pasado, no pasará a la historia como una de mis grandes expediciones, y es innegable que esto dejó mi ánimo un tanto maltrecho así que, decidí enfocar mis esfuerzos y ambición en mi otra gran pasión: el ciclismo en ruta. Así pues, mi gran objetivo para el presente año era correr, el 1 de Junio, la primera edición de la marcha cicloturista «Pax Avant», que une los valles Navarros y franceses que intervienen en el «Tributo de las Tres vacas», singular patrimonio cultural de  nuestra querida Navarra.

Y ahora viene el, peeero…recibí una llamada. Un amigo del trabajo me dice que tengo que borrar ciertos contactos de mi agenda telefónica, que me van a llevar por la calle de la amargura, y no le falta algo de razón.

El caso es que, quien está al otro lado del teléfono es Oscar Cadiach, y nada menos que proponiéndome ir juntos, mano a mano, al Hidden Peak (el pico oculto), en los confines del Baltoro.

Reconozco  que el esfuerzo de oposición que presento ante esa propuesta no vale gran cosa, y nada más cortar la conversación con Osar, mi cabeza comienza a realizar el vertiginoso cálculo de probabilidades: fechas, vacaciones, presupuesto, trabajo, familia…en fin, lo de siempre, sabiendo en el fondo que no voy a poder resistirme un proyecto como este.

Y aquí me encuentro ahora, ante un nuevo reto alpinístico que ha conseguido ilusionarme de nuevo, después de un par de años un tanto apáticos.

Quien haya escalado el G II, seguro que habrá sentido la fuerte  atracción magnética que ejerce su hermano mayor desde el otro lado del collado. El G I es una montaña impresionante de verdad, enclavada en mayor y más bello anfiteatro glaciar de la tierra: «el circo de los Gasherbrum».

Cuando ascendí el G II, allá por el ya lejano 1999,  también yo quedé impresionado por ese pico que parece estar suspendido en el vacío, desafiando las leyes de la gravedad, lanzando su cumbre contra el cielo como una flecha.

El Hidden Peak se me ha metido dentro…ya nada puedo hacer… ya es inútil resistirse.

Por supuesto que La Pax Avant sigue dentro de mis planes, y espero con impaciencia que la nieve que ahora cubre esos puertos por los que transita la prueba, se funda para poder recorrerlos en mi nueva «burra» y conseguir el estado de forma suficiente como para poder terminarla, no sin cierto grado de dignidad.

Ciclismo y alpinismo; nunca había pensado en ello detenidamente pero, creo que se llevan bastante bien y no quiero separarlos, así que, este nuevo proyecto para el 2013 quiero que una estas dos maneras de entender el deporte puro y duro, sin cortapisas, sin reservas.

Pax Avant, Irati Extrem y Gasherbrum I.

Hasta que el cuerpo aguante.

Patxi frente al G-I en 1999

Patxi frente al G-I en 1999

Como una imagen vale más que 1000 palabras, o al menos eso dicen los que entienden sobre el tema, incluyo en esta nueva entrada del Blog, unas cuantas imágenes de la expedición. En realidad no son fotografías propiamente dichas, sino que son frames capturados de los clips de video que he grabado durante la ascensión. Esto quiere decir que la calidad de la imagen no es todo lo nítida que si se tratara de una fotografía al uso. No obstante, espero que podáis apreciar la inmensidad de los grandes espacios que rodean esta apartada montaña del Himalaya Indio, la quietud y la soledad que nos rodeó durante toda la expedición y, sobre todo, la violencia del viento que nos despachó de la pared el día que íbamos para cumbre.

Quisiera, para terminar, hacer mención de 2 personas que han tenido un papel muy destacado, tanto en la escalada de la montaña, como en el recuerdo imborrable que han dejado en mi memoria. Su trato ha sido exquisito y amable, adornado en todo momento, incluso en los más duros, por un par de sonrisas de esas que iluminan mucho más allá de sus propios rostros:

Konchok Thimles y Pema Bhote Sherpa, son dos tipos absolutamente excepcionales, de esos que calan inmediatamente y pasan a ocupar, por méritos propios, un lugar destacado en el corazón, en el que espero, se queden ahí para siempre. Valgan estas fotografías y mi más sincero reconocimiento, para hacerles un huequecito en la vida de quienes frecuentáis este Blog y os emocionáis con sus relatos.

  

La profecía del Porter

Me he sorprendido a mí mismo acariciando, con la palma de la mano, un pequeño hatillo de flores. La estación está ya avanzada y el regreso al Campo Base nos ha traído la sorpresa de encontrarlas en abundancia, creciendo entre las piedras de este desolado paraje.

Sus tallos son robustos  y seguros, como solo lo pueden ser en estos espacios tan severos, y sus pétalos duros y suaves a la vez. Las Edelweiss también han llegado hasta aquí. Días atrás, las encontramos en abundancia creciendo en los verdes pastos de altura, mientras ascendíamos al C.B.

Un pequeño riachuelo, fruto del deshielo de un cercano nevero, discurre lento, con un agradable sonido amortiguado, como si arrastrara guijarros almohadillados en su curso hacia el valle. El Sol es suave a esta hora de la mañana pero, no tardará en volverse cruel, con una extrema radiación, cuando alcance su cénit.

También el viento ha moderado su intensidad y sopla sin  violencia, meciendo como en cámara lenta las flores que llenan el aire de un aroma sorprendente pero, a ellas no les engaña; se aferran al suelo con sus fuertes tallos pues, saben muy bien cómo se las gasta el Dios Eolo por estas altas tierras. Hace unas cuantas horas, se ha mostrado devastador con nosotros, echándonos sin contemplaciones de la cara Oeste del Nun.

Fiel a su cita, todos los días desde que llegamos aquí, ha soplado viento Sur, trayendo grandes masas de nubes y cerradas nieblas, ocultándonos del mundo exterior. Pero hoy, precisamente hoy, cuando mis crampones apenas conseguían arañar la imponente pala de hielo que asciende hacia la cima, cuando caminábamos como equilibristas por esta interminable rampa de 1000m de desnivel, ha decidido que ya era hora del cambio y ha rolado a viento vertical. El cambio, como suele ser habitual (también las montañas) no ha sido para mejor y ha empezado a descender desde la misma cima en furiosas ráfagas.

Con la cabeza apoyada en la pendiente y los Piolets clavados con fuerza en la dura superficie, soportamos las duras embestidas del viento que baja cargado de miríadas de cristales de hielo, fruto de la nevada del día anterior.

Entre descarga y descarga, miro hacia la cumbre intentando ver un atisbo de luz, un gesto que me anime a seguir ascendiendo. El Nun parece haberse dado de cuenta y me contesta ocultando su cima con espeso manto de negras nubes. «¡Marcharos!, aquí no hay lugar para vosotros…» parece decirnos esta bella y solitaria montaña.

Clavo mi mirada en el oscuro telón en el que se ha resguardado la cumbre y, viene a mi memoria una peculiar escena vivida días atrás, el día que llegamos al Campo Base, con uno de los Porteadores de la aldea de Tongul. Tras dejar su pesadas cargas de más de 25Kg en el suelo, los porteadores se reúnen en pequeños y animados grupos para comer y charlar antes de iniciar el retorno a sus hogares. Observo con curiosidad esta bonita escena y  me intercalo en uno de ellos para oír de cerca esas amontonadas conversaciones en las que nadie parece escuchar a nadie pero, en las que todos se entienden.

Me observan  con curiosidad y complacencia, lanzándose miradas y guiños y riendo ostensiblemente ante mis gestos que denotan una ignorancia total sobre lo que es esas conversaciones se ventila. Uno de estos Porters, quizá el de más edad (esto siempre es aquí una incógnita) se dirige a mí en tono simpático y, poniendo su mano en posición vertical, señala  con un dedo los nudillos de esta mano indicándome que es hasta aquí hasta donde vamos  a llegar, siendo la punta de los dedos la cima de la montaña. Me lo repite una y otra vez riendo y haciendo reír al resto de sus compadres: «no sumit, no sumit…».

La escena no pasaría de ser una anécdota graciosa, un momento lúdico en medio de la dureza en la que realiza su trabajo esta buena gente, si no fuese por la extrema seguridad que vi en los ojos de este porteador cuando me lo decía. Se sonreía, sí, pero, en su mirada no había nada de trivial, de chascarrillo lanzado al aire para hacer reír a sus compañeros, no. Noté que me lo decía convencido de que así iba a ser, es más, de que así deseaba que fuera.

El Nun es una montaña solitaria. Emerge de un inmenso Plateau glaciar como un solitario árbol en medio del desierto. Para los habitantes de este peculiar rincón del Ladakh, es una montaña sagrada y no les hace mucha gracia que nadie venga hasta aquí con la intención de escalarla, lo toleran, sí, pero, no es algo que les agrade.

Los Porteadores han vuelto ascender al C.B. para recoger nuestras cargas y marcharnos todos de aquí. Vuelvo a ver a mi amigo el profeta y le enseño la escena de mi videocámara en la que grabé su predicción. Todos se amontonan en torno mío para verse y reconocerse en esas imágenes de hace un mes y, el bueno de mi amigo se ríe distinto que los demás. Miro fijamente sus ojos y lo que veo en ellos es un gesto de  malicia: «no lo ves, ya te lo dije…» parece decirme con seguridad, «otro año, otro año», acaba diciéndome con su amplia y blanca sonrisa.

La profecía del Porter

Explorar un remoto y lejano rincón del Karakorum. Descubrir un lugar por donde nunca antes se ha adentrado ser humano alguno. Ascender por glaciares sin huellas y dejar que nuestra imaginación dibuje en las montañas, rutas nacidas de un sueño, de un destello…y, quién sabe, quizá también, como culminación a este mágico sueño, poder pisar alguna de esas cimas donde nadie ha dejado su huella, desde donde el Karakorum adquiere una perspectiva inédita.

Parece como si estas fueran las reflexiones de alguien aquejado del mal agudo de montaña. Como si después de una noche de bares  por Katmandú, tras una expedición (y un buen montón de cervezas) hiciésemos mil y un planes de nuevas escaladas a cual más arriesgada.

Pues no, nada más lejos de la realidad. Para el mal de montaña creo que quedé vacunado en 1996 durante mi primera expedición al Pamir y, eso de andar por bares hasta  altas horas, hace muchos años que me viene grande.

Pues sí, aunque parezca mentira, existe vida más allá de los Ochomiles. Lo cierto es que estoy un poco arto del circo que se monta entorno a estas magníficas montañas, de tener que sufrir en propia carne las extravancias que en ellas se hacen así que, cuando recibí la invitación de Koke para hacer algo diferente en las montañas, tengo que reconocer que se me erizaron los pelos del cogote.

Conforme me iba relatando el proyecto, yo iba tomando notas, un poco a la ligera, como si el asunto no tuviera la mayor relevancia:

– ¿Haber cómo has dicho?…en la región de Xinjiang, viajar hasta Kashgar, marcha de aproximación en camellos, un valle inexplorado…¡alto!, esto se va poniendo serio. Los nombres que aparecieron después en tal conversación no los había oído en mi vida: Changtok y Karpo Go.

Son estos, dos Sietemiles de los que no hay referencias de ninguna ascensión en el primero y tan solo una, por unos Japoneses, en el segundo.

Estas dos montañas se encuentran en el Karakorum Chino, una región poco conocida y menos visitada, salvo por quienes muestran la osadía de enfrentarse a la arista Norte del K-2. Quien haya visto la película sobre la ascensión a esta soberbia ruta llevada a cabo en 1994 por, entre otros,  nuestro añorado Iñaki Ochoa, recordará también el impresionante recorrido en camellos por el cañón de Shaksgam, salvando mil y un ríos de deshielo desbordados. Pero nuestro objetivo va más allá. Llegados al C.B del K-2, un desconocido y tenebroso glaciar, gira 90º al Oeste y, tras adentrarse por el glaciar Skamri, nos colocará ante una inmensa masa glaciar de la que se yerguen, como vigías de un reino prohibido, montañas jamás ascendidas, Seismiles que es posible que no tengan ni nombre, y nuestros dos principales objetivos para este Verano: El Changtok (7045m) y el Karpo Go (7090m). En ambos intentaremos abrir nuevas rutas en sus aristas Norte. Nuestro estilo será ligero, totalmente alpino y lo más limpio posible; no queremos dejar la más mínima huella de nuestro paso por este desconocido lugar.

Soy consciente de lo complicado de este proyecto, de lo duro que será ir trazando una vía de ascenso a estas montañas. Sentirse como aquellos pioneros, sorprendidos a cada paso mientras dibujaban las líneas por donde ahora todos ascendemos a las grandes montañas del planeta, es algo a lo que no se puede renunciar.

Así pues, este mi proyecto para el próximo Verano. En compañía de 2 buenos amigos y magníficos montañeros con quienes ya he compartido sufrimientos y alegrías en montañas como el Kangchenjunga: Koke Lasa (promotor de la descabellada idea) y Alberto Zerain (cómplice necesario para esta bonita locura).

Recreación de la zona

Estaba yo frotándome las manos frente al teclado del ordenador, dispuesto a comenzar el relato de mi última ascensión Pirenaica cuando…la notificación de un nuevo correo aparece en pantalla. Lo abro y, es mi colega Fernando que se me ha adelantado. Me manda el relato que ha escrito en su Blog sobre sus impresiones a cuenta de la bonita salida que hemos echo este pasado fin de fin de semana, así que, como no puedo estar más de acuerdo con lo que él ha escrito, y no se me ocurre nada más que añadir, transcribo literalmente su comentario.

Lo que sí que añado de mi propia cosecha es el video sobre la ascensión. Espero que os gusten…ambos.

Entramos en el bosque de Sansanet en la oscuridad de la noche , con un ambiente frío, pero agradable , sin viento y con el cielo totalmente despajado . El hielo se muestra ya en el camino, bajo la hojarasca de las hayas . Nos colocamos Crampones antes del Ibón de Estanés .
 La gran cara norte de unos 500m de desnivel se presenta como una gran losa helada , más dura y cristalina cuanto más arriba . Aseguramos con algunos largos de cuerda la mitad superior . El corredor de acceso a la cumbre, sur, está seco .
Las arista somital sigue ofreciendo hielo y obligando a guardar la máxima precaución .
Descendimos por el valle de los sarrios … el valle del silencio … calor intenso al sol … frió punzante a la sombra.
El invierno pasado descendimos la cara norte de esta Cúpula de Secus  montados sobre los esquís , sobre un magnifico manto de nieve polvo  y este año hemos necesitado dos piolets y un cuidadoso aseguramiento para subir.
Las condiciones de la zona siguen siendo peligrosas , obligando a guardar la máxima precaución en cada paso . Las placas de hielo vivo se alternan con nieve y sorprenden a cada momento . Quitarse los Crampones puede suponer un buen susto y parece que de momento los esquís no son la opción más adecuada para la progresar con seguridad . En algunas laderas la auto detención parece difícil incluso en terrenos sencillos .

http://youtu.be/7umhHv1ifF0

Son las 4 de la mañana y ya no podemos esperar más así que, no habrá más remedio que sumergirse en el riachuelo de nieve polvo que baja por la rigol  formada en el centro del corredor Couturier de la Verte. Desciende sin cesar, cayendo sobre nuestras cabezas en cuanto hacemos el más mínimo intento de superar la rimaya, un poquitín extraplomada, que defiende la entrada a este mítico corredor Alpino.

Al tercer intento, mis piolets encuentran nieve dura encima de mi cabeza. No tengo la menor idea de donde estoy: es noche cerrada y la nieve se precipita sobre mí en una ducha incesante. Confió en mis Piolets y tiro de ellos con fuerza pues mis pies, no encuentran buen sustento bajo mi cintura. Me encaramo encima de la rimaya un poco aturdido, me sacudo y coloco una estaca para asegurar a Fernando.

La imagen que aparece ahora ante mis ojos es de esas que jamás olvidaré, por el ambiente, por la luz, por el lugar…por todo:

Antes de ver aparecer su cabeza, el haz de luz de su frontal dibuja en la oscura noche una pequeña nube de nieve polvo que golpea contra su casco. Envuelto en una especie de aureola iluminada, veo aparecer a mi compañero y casi me hace dudar de que quien se encuentre tras ella sea alguien de este mundo. Detrás del casco, se yergue la silueta de Fernando espolvoreada de blanco. Si no fuera porque estamos solos, creería que es el espectro del mismísimo Armand Charlet el que está atado al otro lado de la cuerda.

Recuperado de la visión, cuasi espectral, de este momento mágico, iniciamos la ascensión del Corredor Couturier; 1000 metros de desnivel de uno de los corredores más emblemáticos del macizo del Mont Blanc.

Conforme nos vamos despegando del suelo, crece la sensación de estar inmersos en una de esas rutas que hacen que un montañero se encuentre bien consigo  mismo. La calidad de la nieve nos es ninguna maravilla pero, nos permite progresar con cierta elegancia, algo a lo que un alpinista nunca debería renunciar, incluso en las rutas más comprometidas.

Una inquietante plancha de hielo cubre los últimos 100 metros de pared así que, la aseguramos con tornillos de hielo. Dejamos a nuestra derecha los seraks de La Calote, y nos dirigimos hacia la arista somital. Alcanzamos la cima a la 1 del mediodía, 12 horas después de haber abandonado el refugio de Argentiere.

La vista bajo nuestros pies, con el tortuoso glaciar de Argentiere fracturándose, es grandiosa, comparable con la que se puede observar sobre el glaciar Godwin Austin desde los campos de altura del K-2. Las nubes nos envuelven en el recorrido de la fina arista de nieve que serpentea hacia la cabecera del Corredor Wimper, el cual descendemos sobre una nieve inconsistente y muy profunda.

A las 8 de la tarde y 19 horas después, llegamos al refugio de Coubercle. Apenas hay gente y como tampoco parece haber mucha actividad alpinística en la zona, notamos un poquitín de mimo en el trato que se nos dispensa, lo cual hace que la cena resulte más que suculenta. Una cerveza, otra cerveza…cansados y empapados por la lluvia que nos ha acompañado durante el descenso del glaciar de Taléfre, nos enrollamos en las mantas.

Comenzamos esta ascensión desde el pueblo de Agentiere, hace tres días, y no nos parece correcto estropear esta preciosa salida Alpina sentando nuestras posaderas en ningún engendro mecánico así que, tras atravesar  «La Mer de Glace » descendemos a Chamonix por el precioso camino de Montenvers, tapizado de flores y musgo.

El Couturier es una ruta para la que no es sencillo encontrar un buen compañero de cordada. En varias ocasiones a lo largo de la ascensión progresamos en ensamble, y para ello, la confianza en tu colega no puede presentar fisuras.

Sobrio y elegante, directo, sin adornos innecesarios. El Couturier es una de esas rutas sobre las que no puede caber ninguna duda, escapa a la vulgaridad y parece estar diseñado para disfrutar de un ambiente espacial, en el que se convive durante un  buen montón de horas con un preocupante vacío bajo los pies.

A continuación dejo un corto video sobre la ascensión. Espero que os guste.

http://youtu.be/D1ZP4w4uNGc