Archive for junio, 2017


AÚN ESTOY AQUII…

Dice Patxi…

Nieva y nieva. Siguen en el mismo sitio, esperando, pero ya están todos juntos, Carles ya llegó al campamento base.

Les ha dado tiempo a realizar un par de aproximaciones para aclimatar el cuerpo y esperar……

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NI BUENO, NI MALO…

Pep y Patxi ascendiendo al collado Gondogoro con los Gasherbrum al fondo

Pep y Patxi ascendiendo al collado Gondogoro con los Gashers…

Ayer llegamos al C.I del chogolisa (5500m) en lo que ha sido nuestra primera incursión en la montaña. Según Barraca y Pep, hay bastante más nieve que otros años, lo cual no es ni bueno ni malo sino todo lo contrario.

Pep, Barraca y Patxi

Pep, Barraca y Patxi.

Hoy hemos subido al collado del Gondogoro (5600m) para recibir a Carlas que viene por el valle de Huse pero, después de estar esperando en lo alto del collado un buen rato, hemos podido contactar por walky talky (o como se diga) con él, y resulta que lleva un día de retraso y hasta mañana no pasará el collado.

Patxi y Barraca en la cima del Gondogoro con el Lila Peak detrás-2

Patxi y Barraca en la cima del Gondogoro con el Lila Peak detrás

 

 

Por lo menos nos ha servido para poner un puntito más de aclimatación en nuestro cuerpecito¡¡

 

 

Pep y Patxi en el Gondogoro con el K2 al fondo

Pep y Patxi en el Gondogoro con el K2 al fondo.

 

Campo Base Chogolisa

Primera noche en el Campo Base de Ali Camp y primera nevada. No ha sido muy copiosa, bien es verdad, pero es un dato significativo que nos indica que ya estamos a 5000m de altitud y que, a pesar del calor que hace en las horas centrales del día, cualquier precipitación que aquí se produzca será en forma de nieve.
Llegamos ayer día 25 tras 6 días de marcha de aproximación y 90 kms recorridos por el glaciar del Baltoro y Vigne, en cuya cabecera tenemos instalado nuestro hogar para los próximos 30 días.
Desde nuestro emplazamiento no es posible ver el Chogolisa. Para ello tendremos que acercarnos al C-I y recorrer la gran curva que el glaciar Vigne describe hasta su mismo nacimiento.
El panorama no es de una gran amplitud, pues nos encontramos en la cabecara de un glaciar, lo cual hace de éste un lugar remoto y apartado, lejos de las muchedumbres que ahora, a buen seguro, atestan los Campos Base del K-2 o el Broad Peak.
Hacia el este, nuestra vista se estrella contra la estremecedora pirámide del Gasherbrum IV y la enorme muralla del Broad Peak. Hacia el oeste, la salida la marca el famoso collado del Gondogoro, que corona a 5600m del altitud.
Al norte, enormes paredones de roca nos amenazan con su verticalidad, y al sur, las vertiginosas paredes de hielo de los picos Khumul-Gri, que se alzan 1800m de desnivel sobre nuestro Campo Base, nos convierten en un campo minúsculo, en medio de un universo de hielo y roca.

 

Shalman y Patxi en Concordia

LAS NIÑAS DE ASKOLE.

Camino siguiendo las huellas que los porteadores van dejando, con el característico dibujo de sus zapatillas, en el omnipresente polvo que aquí, camino de los campamentos de Jola y Paju, lo inunda todo.

El día está nublado y no tarda en ponerse a llover, algo completamente inusual por estos lares, donde el calor suele ser agobiante y el sol quema la piel como una brasa.

Sigo, como digo, esas huellas tan reconocibles ya para mí agradeciendo el toque familiar que ese dibujo grabado en la arena despierta, después de  dos años de hibernación.

El penetrante olor que los porteadores dejan tras su paso golpea mis pituitarias como un martillo; supongo que el mío provocará la misma reacción en ellos. En un par de días nos acostumbraremos los unos a los otros.

Veo caras conocidas entre los porteadores que nos acompañan y no tardo en relacionarlas con nombres también conocidos: Ali, Karim, Hammar…  Nuestros lejanos mundos se vuelven a entrelazar y no tardarán en fundirse en uno solo, camino de las grandes y blancas montañas.

El interior de mi tienda está llena de polvo y espero los repetidos golpes del cocinero en una taza, o en un plato, llamándonos para la cena, y aprovecho para escribir unas líneas.

Nada más salir de Askole, nos topamos con unas niñas que regresan a la aldea con enormes fardos de aromáticas hierbas cargados sobre sus espaldas.

La aparatosa cámara de fotos que cuelga de mi mochila llama poderosamente su atención pero, apuntar con una cámara fotográfica a una mujer, sigue siendo por estas tierras, como si lo hiciera con un Kalashnikov. A pesar de todo, lo intento. Les pregunto con el gesto si quieren ser mis modelos y, lejos de salir corriendo, algo que yo daba por descontado, efectivamente, actúan como auténticas modelos, pidiendo unas cuantas rupias a cambio. La transacción la veo justa, no puedo decir otra cosa pero… no me sale de dentro comprar un trocito de su alma por unas pocas rupias, así que sigo mi camino oyendo a mi espalda, como si de un coro perfectamente orquestado se tratara, a las tres niñas cantando:

–“Picture, rupis,

Picture, rupis,

Picture, rupis”.

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¡Cómo me gustaría cruzar de nuevo por el collado del Gondoghoro!. Recuerdo (ya he llegado a una edad como para empezar a tirar de los recuerdos) cuando, en compañía de mis queridos y añorados amigos de Bera, tras haber pisado la cima del Gasherbrum II (8035m) crucé por primera vez este escondido collado (la criatura corona a más de 5600m) que comunica la zona del Baltoro con el valle de Hushe, en la cordillera del Karakorum. Esto ocurría en el mes de Julio de 1999.

Si la memoria no me falla (ya he llegado a una edad como para empezar a preocuparme por ella) dos horas estuvimos en lo alto del collado, pelándonos de frío en la serena noche, esperando que la claridad del nuevo día nos iluminara lo suficiente como para iniciar el vertiginoso descenso hacia el campamento de Xhuspang.

Esas dos temblorosas horas se nos hicieron largas e inolvidables. No dejábamos de caminar de un lado al otro del collado, con los brazos cruzados sobre el pecho y el cuello encogido, en un intento de conservar el calor que luego, horas más tarde, nos torturaría por el valle de Hushe.

Las provisiones se habían terminado, el calor era intenso y la escasez de agua hizo que las horas de marcha hacia el campamento de Shaitcho fueran una auténtica tortura.

Hamar, nuestro joven oficial de enlace, aseguraba orgulloso que ya había pasado por allí anteriormente y, ante nuestra reiterada pregunta: ¿How many hours to Shaitcho?, siempre obteníamos la misma y más que sospechosa repuesta: ¡¡one hour!!. Jamás había estado ni cerca de allí, el jodido.

Tras 12 «one hours» acabamos la jornada hechos polvo pero, volvíamos con nuestro primer Ochomil en la mochila, y eso aliviaba cualquier sufrimiento extra que nos quisieran cargar. Estábamos exultantes…¡¡podíamos con todo!!.

Ahora estaremos acampados a los pies del Collado del Gondoghoro, en Ali Camp pero, nuestro objetivo va a ser de una envergadura como para echarse a temblar…de emoción.

Unir las dos cimas del Chogolisa no es algo que se haga habitualmente en el mundo del alpinismo, es más, solo se ha llevado a cabo en una ocasión por parte de una pareja de alpinistas Británicos, y de eso hace ya nada más y nada menos que 31 añitos, los mismos desde que Gregorio Ariz pisara la cima Norte y encontrara «su» famosa muñeca Nipona, tras la cual vamos nosotros ahora.

Tal vez la muñeca siga allí ¡¡quién sabe!! pero, esté o no esté, si llegamos a esa cumbre Norte, tendremos la gran satisfacción de desvelar uno de los más bonitos misterios que envuelven a estas montañas del Karakorum y dejaremos allí un precioso objeto creado por las inquietas manos de Gregorio, una pequeña obra de arte que deje constancia de que el Chogolisa, por encima de cualquier otra consideración, al menos para mí…es la montaña de Gregorio.

Tras conectar las dos cimas de la «Pirámide truncada» del Chogolisa, un mundo nuevo y jamás pisado por el hombre se abrirá ante nosotros: la inmensa cara Oeste. Un mundo glacial e inexplorado que, esperamos, sea el colofón a una aventura que ya hemos empezado a vivir.