…no era necesario salir fuera para coger la nieve con la que conseguir una revitalizante taza de té. El viento había ganado la batalla contra la resistencia de la tienda y, tras desgarrarla con sus continuos zarpazos, la nieve se colaba dentro en sucesivas oleadas formando un montón junto a mis pies, en el lado derecho.
El Manaslu es como un pararrayos y había conseguido detener al monstruo, que rugía con furia. Los relámpagos iluminaban kilómetros cuadrados de territorio en la oscura noche. Los truenos hacían que todo se estremeciera a nuestro alrededor, y el viento, infatigable, sacudía sin piedad nuestra tienda, haciendo que el ensordecedor ruido de las telas al ser batidas por éste, nos resultara imposible oírnos a nosotros mismos en el interior de nuestro delicado refugio.
No tenía mas que incorporarme sin salir del saco para recoger la nieve y deshacerla en el hornillo que, funcionando infatigable, nos mantenía calientes, aun cuando los sacos estaban cubiertos de escarcha y rígidos como el cartón.
A mi lado, compartiendo conmigo unos momentos tan difíciles, un auténtico superviviente, un especialista en salir indemne de los vivacs más duros que se han dado en las extremas altitudes del Himalaya: nada menos que Oscar Cadiach.
La situación no era dramática pero, empezaba a ser más que preocupante. Llevábamos dos días con sus largas noches bloqueados a 7500m en el C.IV del Manaslu, en ese collado auténticamente desolador, formado por una enorme extensión de hielo fósil, azul como el color del cielo, y barrido incesantemente por el viento.
Habían transcurrido 30 días desde nuestra llegada al Manaslu y tan solo uno de ellos nos obsequió con la ausencia de la inevitable nevada diaria . La montaña estaba cubierta con casi 2 metros de nieve fresca, productos de las últimas y copiosas nevadas.
La cumbre ya había desaparecido de nuestro horizonte interior. Ni siquiera formaba parte ya de nuestro planteamiento. La única prioridad era salir indemnes de allí y que la montaña no se nos viniera encima durante las interminables horas de descenso hasta el Campo Base.
Esta, y muchas otras cosas, ocurrieron en la primavera del 2010 en esa preciosa y solitaria montaña, situada muy cerca de la frontera de Nepal y El Tibet.
Esa fue mi última visita Nepal, así que, ya ha llegado el momento de volver a ese precioso país que tan hondo se mete dentro de quienes lo hemos frecuentado; y el destino, o quien quiera que decida estas cosas, ha dictado que sea nuevamente el Manaslu el objetivo de nuestros próximos pasos por el Himalaya.
En esta ocasión seremos una cordada básica, elemental…tan solo dos miembros: Jordi Bosch “Barraca” y quien esto escribe.
Allá vamos Manaslu…resérvanos un buen día.

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C.I del Manaslu tras la nevada diaria (Primavera 2010)