Tenía ya preparada, lista para enviar, una crónica sobre los días de marcha remontando las selvas que lo cubren todo, desde la pequeña ciudad de Beshisahar hasta más allá de la verde pradera de Bhimtang.

Hablaba, o lo intentaba, sobre un lugar mágico, de una belleza que acaba por inundarte de tal manera que las palabras no son sino un impedimento a la hora de expresar la avalancha de sensaciones que entran por algún extraño conducto, al margen del puramente visual.

Pero todo quedó eclipsado el día 12 hacia el medio día por uno de esos acontecimientos especiales, intensos…, uno de esos momentos que solo pueden vivirse en lugares como este:

La jornada se presenta exigente. Tenemos que pasar del campamento de Bhimtang (3700m) hasta la preciosa aldea de Shamdo (3800m) salvando el collado de Larkia que corona a 5106m de altitud.
La mañana es húmeda y brumosa, después de una noche de intensa y pertinaz lluvia. El sol permanece oculto durante toda la ascensión al altivo collado, lo cual es de agradecer.
Poco antes de alcanzar el paso, el viento comienza a azotarnos y unos finos copos de nieve hacen acto de presencia, como intuyendo el acontecimiento que está a punto de suceder.
Llego al cartelón que indica el nombre y altitud del collado, adornado por las omnipresentes banderas de oraciones Budistas…y llega el bueno de Barraca.
Trae consigo una bolsita que contiene las cenizas de Mikel, un buen amigo suyo fallecido hace escasas fechas.
Parte de ellas ya han sido esparcidas por diferentes puntos de nuestro querido Pirineo y ahora es el Himalaya quien guardará el recuerdo de un buen amigo.

Saco la cámara y filmo la escena. La emoción acude a los dedos de Barraca que apenas es capaz de abrir la pequeña bolsita. El viento arrecia y los copos de nieve azotan nuestros rostros. Veo como las lágrimas humedecen los ojos de Barraca y a mí se coloca un enorme nudo en la garganta.
Las cenizas vuelan con fuerza desde el alto collado empujadas por un viento que, estoy seguro, sabía de nuestra presencia e intenciones.

El amable rostro de mi hermano Ángel destella de repente en mi cabeza. Lo traigo también conmigo para que conozca estos lugares tan especiales que yo ahora le regalo.

Iniciamos el largo descenso hacia Shamdo en silencio, con la cabeza gacha, protegiéndonos del viento y la nieve, saboreando un momento que siempre recordaremos.

 

Barraca lazando las cenizas en el Larkia Pass

Barraca lanzando las cenizas de su querido amigo Mikel.