Primero son las personas, luego las montañas. Esta ha sido siempre nuestra máxima en nuestro deambular por las montañas (grandes y pequeñas) que adornan y hacen más agradable nuestro pequeño planeta.

las reflexiones sobre lo vivido recientemente en el Manaslu se agolpan ahora en nuestras cabezas; bullen como un torbellino y necesitamos sacarlas fuera o lesionarán gravemente nuestros cerebros. He aquí una nueva reflexión-liberación del bueno de Barraca, la cual, como no podía ser de otra manera, subscribo al 100%
«Yo no soy tonto» es la FRASE del anuncio de Media Markt para que te lances a por sus productos.

«No somos tontos» Patxi y yo sabíamos lo que nos íbamos a encontrar en el Manaslu : Gente, mucha gente intentando subir y sobretodo un «pelotón» de sherpas dispuesto a abrir un camino para facilitar a sus clientes una «comoda» ascensión.
Nosotros «solo» teníamos que ser pacientes y esperar el momento oportuno para subir a la cumbre una vez hecha la necesaria aclimatación.

Pensábamos que nosotros dos podíamos aislarnos del entorno que nos rodeaba, que seríamos capaces de ir a lo nuestro pasando del resto.
Una vez en el campo base no necesitábamos a nadie para subir, teníamos nuestras tiendas, nuestro material ¡y a lo nuestro!. Por sorprendente que parezca en el grupo que estábamos éramos los únicos que llevábamos tiendas, el resto estaba pendiente de las que ponía la Agencia.

En el Base, con nosotros estaban dos argentinos, tres polacas, un brasileño, un francés, un turco, un taiwanés, una uruguaya, una india, un japonés, y un catalán ( Sergi), aparte de no sé cuántos sherpas, cocineros, ayudantes de cocina y managers.

No tenemos nada contra esta gente, al contrario, pero el ambiente que se respiraba no está hecho para nuestros pulmones, si esta hubiese sido nuestra primera expedición igual hubiese «colado» pero ¡no!. En el único sitio que estábamos cómodos era encerrados en nuestra tienda dormitorio. Eso no es ir de expedición.

Este grupo era uno de los muchísimos barrios de la ciudad del campo base, 400 personas entre sherpas y clientes. Tiendas con luces de colores como si fuese Navidad, generadores, tiendas para cargar baterías…Una ciudad al pie de una montaña preciosa, elegante, con una ruta normal poco exigente a nivel alpinístico, ideal para ir de expedición con los amigos, como antes se hacía…Ahora solo se puede ir por esta ruta fuera de temporada.

Patxi y yo nos íbamos cargando de esta atmósfera irrespirable sin decirnos nada, sin hablar de ello, cada uno lo aguantaba como podía. Me dolía decirle a Patxi lo que pensaba. ¿Seré yo un «raro» de cojones?. ¿Puede ser que todo el mundo esté cómodo envuelto en esta nube tóxica menos yo?. ¿Cómo puede ser posible que esta colección de «fenómenos» (no me refiero a nuestro grupo) pretenden subir a la cumbre?

¡Pues resulta que si! muchos harán la cumbre del Manaslu y podrán exhibir el trofeo porque para ellos y para casi todos (incluida toda la prensa, hay pequeñísimas excepciones) les importa un carajo la manera como lo han ascendido.

La cuerda fija empieza a pocos metros del campo base, kilómetros de cuerda. Hasta el C-I no hay ningún lugar en que haga falta una puñetera cuerda. Ver una hilera de gente con el mosquetón pasado a la cuerda en este trayecto es como ver a los niños de parvulario cuando los sacan a pasear por el parque.

Un espectáculo teatral-surrealista de calidad si realmente fuese una broma, pero ¡No! resulta que se lo creen.

Con Patxi nos conocimos el 2015 en el Broad Peak, estábamos con Carles, Óscar, Anna y otra gente de diferentes nacionalidades, lo que vivimos allí no tiene nada, pero nada que ver. Era un oasis comparado con el Manaslu, la gente que subía tenía unos conocimientos de andar por el monte que no se hacían insoportables.

No me quejo de la gente, me jode la frivolidad con que determinadas personas se atreven a meterse en una montaña. Les han vendido un «boleto» en el que todo es posible, aunque no sepas ir con Crampones, que te cueste andar, ¡no importa!: El oxígeno y los sherpas te lo solucionaran, aunque sea a empujones. No tienen ni vergüenza ni son conscientes de lo que hacen. Las cosas son lo que son y no lo que tú crees que son.

Hemos visto una buena colección de «alpinistas» circulando por el glaciar que te daban ganas de reír por no llorar. Es como si Patxi y yo nos pusiésemos a hacer ballet clásico con o sin katiuskas, estando convencidos que no desentonábamos, que encajábamos perfectamente en el escenario.

Bastantes deben subir pensando que el decorado que les envuelve es de cartón piedra, que hay técnicos que lo vigilan. Que lo suben y bajan en función de las necesidades de cada momento y que ellos son unos actores que se pasean por allí, sin ningún riesgo. La compañía se hace cargo de todo: les dicen que botas hay que ponerse, que vestido usar. Los alimentan, los oxigenan y los aplauden y ellos solo tienen que PAGAR.

Los esfuerzos de «aislamiento» que practicábamos por separado se rompieron en pedazos en el campo I. El desenlace no podía ser otro.

Barraca

Parte del C.I.

Parte del C.I

La mujer del abrigo

La mujer del abrigo

Patxi y Barraca en el C.I

Patxi y Barraca en el C.I