Category: campo base


Quiero empezar destacando que esta mañana han sido evacuados en helicóptero mis compañeros Koke Lasa, Juanjo Garra, Miguel Fernández y Alberto Zerain, algo que me alegra y me levanta el ánimo después de estos días tan difíciles, atrapados en el Campo Base.

Desde que el día 18 bajamos de la cumbre las cosas se torcieron. A dos miembros de la expedición, Fernández y Zerain, tras el esfuerzo de generosidad que hicieron al ir a buscar al equipo de Al Filo de lo Imposible, se les congelaron los pies y llegaron al Base a duras penas. Les hemos cuidado lo mejor que hemos podido, pero la preocupación se centraba en Koke Lasa, el compañero con el que ascendí el Kangchen. Koke sufrió un edema pulmonar por el esfuerzo de la cumbre, que se le desencadenó en el Campo Base.

Durante tres días le hemos estado metiendo en una cámara hiperbárica. Hemos sufrido unos momentos muy amargos, llamando a los helicópteros de rescate para que vinieran a buscarnos, pidiendo ayuda… Pero nadie venía a socorrernos. Lo cierto es que los últimos dos días era imposible, porque entró un ciclón por el Golfo de Bengala, que se quedó clavado en el Kangchenjunga. No podíamos salir de las tiendas, ni siquiera a la del compañero para ir a ayudarle, porque había vientos de 100 kilómetros por hora, con nieve racheada. Una tormenta que nos ha maltratado y sepultado bajo la nieve. Parece que el ciclón se ha desintegrado y ha mejorado el tiempo, pero nos hemos quedado con dos metros de nieve y las tiendas cubiertas, así que hemos tenido que cavar, cavar mucho para salir afuera.

Afortunadamente, el helicóptero ha llegado y se ha llevado a mis cuatro compañeros. El Campo Base está ahora mismo absolutamente desolado. Tan sólo quedamos Julen y yo, esperando a Óscar, el único miembro de la expedición que falta por bajar, ya que la tormenta le pilló en el Campo III y tuvo que quedarse allí. Óscar lo ha pasado también muy mal, a 7.200 metros, solo y escondido del temporal en su tienda. Pero hoy hemos hablado con él y tiene otra voz. Está mucho más animado y, a pesar de sentirse muy débil, se le nota mucho más sereno y tranquilo.

Un grupo de rescate formado por cuatro sherpas ha llegado con el helicóptero y ha comenzado a ascender para ayudar a Óscar en el descenso y llevarle oxígeno. Él está bien, bajando por sus propios medios, pero va a encontrarse una zona peligrosa, con mucha nieve acumulada, que tienen que abrir los porteadores desde abajo. A este grupo, se les han unido dos cocineros que teníamos en el Campo Base. No son sherpas de altura, pero sí gente con una fortaleza física increible y que conoce muy bien el camino. Ellos dos guiarán e indicarán al grupo la vía a seguir porque ahora mismo no hay ni ruta, ni cuerdas ni nada. El ciclón arrasó con todo a su paso. De todas formas, seis personas es una ayuda importante y, viendo que ascienden a buen ritmo, que son personas muy bien aclimatadas y que el tiempo ha mejorado, creo que hoy mismo se encontrarán con Óscar y mañana a más tardar, espero que volvamos a estar los tres juntos en el Campo Base.

Lo siguiente, no sé qué será. Lo ideal sería que aprovechando la movilización del helicóptero de rescate nos sacaran a los tres de aquí; pero después de la experiencia que hemos vivido con los helicópteros no me atrevo a asegurarlo. De no ser así, no quedará más remedio que salir del Base andando.

Yo me encuentro físicamente muy desgastado. Llevo días trajinando por el Campo Base, ayudando a mis compañeros, y me he quedado muy debilitado. Las sesiones de cama hiperbárica de Koke suponían un desgaste y un esfuerzo brutal, porque se trata de meter presión para “bajarle” de los 5.500 metros a los 3.500, y eso a estas alturas y después de haber subido es muy duro. Además, como era el que mejor me encontraba, he tenido que tirar del grupo, tomar las riendas y estar atento a sus necesidades. Ellos poco podían hacer con sus  congelaciones salvo aguantar.

Pero una por una, hoy es día de buenas noticias: Óscar ya baja y mis cuatro compañeros deben de estar en Katmandú, respirando oxígeno, sobre todo Koke, y encontrándose mucho mejor. Eso nos alegra; me siento  mucho más tranquilo.

(Esta información ha sido redactada a partir de una llamada de Patxi Goñi a la Oficina de Pamplona 2016, esta mañana a las 10.30h, hora española)

Vista desde el Campo IV hacia la India

Vista desde el Campo IV hacia la India

Tras enfrentarnos a esta montaña sin tregua, para mí la más dura del mundo, desde ayer descansamos en el Campo Base. Es una alegría y una satisfacción enorme el haber vivido lo vivido, el haber sentido tantas emociones allá arriba, en lo alto del Kangchen. Me encuentro muy bien, cansado, pero muy contento.

 

La bajada fue muy dura. Alberto y Miguel salieron a buscar a Edurne Pasaban desde el Campo IV para tratar de ayudarla. Descendía con verdadera dificultad, pero afortunadamente ella y todo su equipo lograron alcanzar ayer el Campo Base y esta misma mañana, Alex Txicón y Pasaban han sido evacuados en helicóptero para ser inmediatamente llevados a Katmandú y agilizar su traslado a España.

 

Julen y Oscar están tratando de alcanzar hoy la cumbre, aunque todavía es pronto para tener noticias de si lo han logrado o no. Mientras tanto, el resto del equipo descansamos, del cansancio físico y de tanta intensidad emocional. La aventura, el regalo de estar entre las paredes de esta colosal montaña está llegando a su fin, aunque aún queda el descenso a Katmandú. Me gustaría realizarlo a pie, así que descansaremos lo suficiente para afrontar la marcha de cinco o seis días que nos separa de la ciudad.

 

Es difícil explicar qué supone estar a esas alturas, cuando avanzas hacia la cumbre. Cada paso es un dolor. Pero todo el apoyo que he sentido, que he recibido a través de vuestros mensajes, me han dado fuerza. Una vez más, muchísimas gracias.

 

(Información redactada a partir de una llamada de Patxi Goñi a la Oficina de Pamplona 2016, esta mañana a las 8.50h, hora española, 12.50h en Nepal)

C.II a 6700m. Nuestra tienda es la de la izda.

C.II a 6700m. Nuestra tienda es la de la izda.

Desde que el día 7 dejáramos montado el C.III a 7200m de altitud y regresáramos al Base, el tiempo (climatológico) no ha dejado de darnos muestras de su potencial. Parece como si jugara con nuestra paciencia y con  nuestro ánimo. Nieva casi continuamente. A veces nos deja entrever, entre las nubes, la pirámide rocosa de la cumbre, espolvoreada por la nieve recién caída, como en un guiño para que no desesperemos, para que sigamos aquí, sumisos a sus caprichos, porque puede que, un día de estos, nos deje acercarnos a esa cumbre que tanto deseamos.

 

 

Como digo, está jugando con  nosotros. Intento comprenderlo; el Kangchenjunga y el gran Dios que habita en sus cinco cumbres nos observan desde su privilegiado trono, y me los imagino partiéndose de risa al vernos hacer nuestras cábalas, circunspectos nosotros: “ Mañana C.II, el otro C.III, otro más y C.IV, al otro puede que cima…”. Se nos ríen, lo sé pero, es posible que en un momento de condescendencia dejen que alguno de los que pululamos a sus pies maldiciendo tanto día de mal tiempo, pongamos en la balanza aquello que hemos venido a ofrecer de nosotros mismos, y ¡quién sabe!, sea suficiente como para dejarnos acercar nuestros agostados pulmones y ofrecer nuestros últimos y temblorosos pasos en esa cima jamás hollada.

 

Yo, sinceramente, espero estar allí cuando ese bravucón y malhumorado Dios Indú pide credenciales a puertas de esa gran cumbre. Espero estar allí por mí, por Iñigo, por la gente que me apoya, porque por eso estoy aquí mirando todos los días ese lugar donde descansa mi amigo, incapaz de ir hasta allí porque la naturaleza me ha impuesto demasiadas limitaciones como para hacerlo; uno de los grandes atractivos del alpinismo. Y si no puedo hacerlo, volveré a casa y me abrazaré a mi gente. ¡Qué gran recompensa!

(Email de Patxi Goñi recibido en la Oficina de Pamplona 2016, hoy a las 2:24h de la madrugada, hora española)

Ya lo sabía, no, mejor dicho, lo intuía. Me refiero a cómo el alpinismo de antaño, el que mamé de niño en libros de Gastón Rebufat o Chris Bonnington, se desmorona ante nosotros, sin poder sustraerse a una sociedad que, incapaz de sacar lo mejor de nosotros mismos, sólo nos cultiva, como en la fantasiosa película de Matrix.

Oscar, Julen y yo, integrados en un grupo de magníficos alpinistas que nos comprenden y apoyan, nos hemos acercado a esta montaña movidos por el magnífico reto que significa ascender al Kangchenjunga y, “sobre todo”, rendir el homenaje que Iñigo se merece.

Pero tarde o temprano tenía que suceder. Durante muchos años nos hemos mantenido al margen del  movimiento mercantilista que ahora pulula por entre estas colosales montañas. No sé si tendré la suficiente capacidad para expresar lo que quiero comunicaros, pero lo intentaré.

Cuando todo parece estar listo para el asalto definitivo a esta interminable montaña, me encuentro con que expediciones que ganan cantidades de dinero desconocidas para mí sólo por el hecho de estar aquí, me piden dinero porque alguien que ha llegado aquí antes que yo ha colocado cantidades desmesuradas de cuerda a lo largo de la montaña. Mis compañeros y yo escalamos bajo otra estrategia, otro estilo, otra filosofía que, parecen chocar radicalmente con los que “amistosamente” me piden dinero.

A pesar de lo mucho que sufrimos, echo de menos aquella solitaria montaña que cinco amigos encontramos hace dos años. Echo de menos sus desnudas paredes de hielo. Echo de menos el estilo libre y humilde con el que nos enfrentamos a aquella ascensión que, ahora se me antoja descomunal por su compromiso y dificultad.

Por el bien de convivencia entre los grupos de personas que aquí nos encontramos, pagaré. Eso sí, utilizando el menor número de metros de cuerda posible. No por soberbia, no; sino por estilo, por coherencia, por una manera de hacer montaña ya en desuso… Porque me gusta escalar montañas, no esclavizarlas.

 

Charlando en el comedor

Charlando en el comedor

La estancia en el Campo Base se alarga más de lo previsto. Llevamos cinco días aquí, refugiados en nuestras tiendas de campaña del frío y de la gran cantidad de nieve que no cesa de caer.

Aunque uno trata de no aburrirse, las horas pasan lentamente escondidos en el saco de dormir, esperando una tregua del tiempo. La inactividad nos hace pensar. Pensar en qué nos encontraremos cuando el temporal remita, porque posiblemente la nieve haya borrado nuestras huellas o cubierto los Campos I, II y III. Así que tratamos de mantener el buen ánimo, a pesar de saber que parte del trabajo realizado ha desaparecido bajo el manto blanco. 

Todas las expediciones nos hemos vuelto a reunir en el Campo Base. También los compañeros de Al Filo de lo Imposible, aunque apenas nos vemos unos con otros porque el frío nos obliga a permanecer constantemente en las tiendas y nuestras únicas “escapadas” son de éstas al comedor, y vuelta.

Las previsiones dicen que a partir del día 15 mejorará el tiempo, pero como no lo sabemos con seguridad, tampoco podemos fijar una fecha para reiniciar la marcha. De todas formas, estamos bien de salud y vuestros ánimos son un estímulo para conservar la ilusión. Hay que esperar y tener paciencia.

 (Información redactada a partir de una llamada de Patxi Goñi a la Oficina de Pamplona 2016, a las 8.20h de esta mañana, hora española)

De nuevo en el Campo Base, se agradece el descanso y la ausencia de ese viento que a 7.200 metros nos amenazaba con llevarse por delante nuestra tienda de campaña. Hemos pasado muchísimo frío durante las dos noches en el Campo III, pero estamos contentos con lo que llevamos de ascensión.

Ayer alcanzamos un punto de altura de 7.400m, dando por finalizada nuestra aclimatación. Nos encontramos bien, con mucha fuerza, así que el factor que ahora mismo más problemas puede ocasionarnos es el del tiempo, ese tiempo caprichoso e impredecible que dicta cuándo se puede o cuándo no se puede continuar.

Los próximos dos o tres días los pasaremos aquí. Hay que recuperar energía antes de volver a subir, esta vez hasta los 8.586m del Kangchen. De camino, dormiremos en el Campo II una noche, otra en el Campo III y, tras montar el Campo IV, esperaremos el momento propicio para el ataque final.

Nos llegan noticias de que la coreana de la que os hablé hizo cima ayer a las 17.30h de la tarde. Se siente feliz. Si todo va bien, nosotros hollaremos la cumbre el próximo 16 o 17. Ya queda menos.

(Información redactada a partir de una llamada de Patxi Goñi a la Oficina de Pamplona 2016, a las 12.15h de esta mañana)

Al rebuscar en mi interior para averiguar las razones que me han traído aquí de nuevo, no puedo ocultar un extraño sentimiento de contradicción. Quisiera también ser frío y racional en mis manifestaciones pero, ¿qué quieren que les diga? No soy político, ni corredor de bolsa, ni empresario… No, soy simple y llanamente montañero; y cada vez que me acerco a una de estas colosales montañas me reafirmo más y más en ello.

Así que no sujetaré más las palabras que acuden a mi cabeza, porque aquí sólo estamos el Kangchenjunga y yo, y sólo cuento con el ánimo y apoyo de un reducido grupo de amigos, alguno de los cuales acabo de conocer, pero que ya me han dado muestras de su calidad y valía humana. Espero estar a su lado cuando el Kangchen concluya por arriba, cuando ya no quede un sólo paso más por ascender.

Ascendiendo al Campo II

Ascendiendo al Campo II

Después de dos ajetreados días en el C.B. acondicionando todo lo necesario para hacer de este un lugar habitable, ya estamos en disposición de acercarnos a la pared que inicia la gran ruta de ascenso.

Me resulta un arduo trabajo referir las innumerables diferencias que aprecio entre la expedición que viví hace dos años y la que ahora comienzo a disfrutar, así que sólo puedo decir que son dos expediciones completamente diferentes, como si de montañas diferentes se tratara.

Demasiada gente, demasiada cuerda, demasiados intereses flotando en el ambiente. No sólo me va a requerir un gran esfuerzo escalar esta interminable montaña sino, mantenerme al margen de tanto elemento «extra alpino», por llamarlo de alguna manera.

La escasez de expediciones con las que compartir el gran trabajo que nos requirió el Kangchen en 2007 nos privó de conseguir la cumbre. Ahora, la gran cantidad de gente en ruta, enmarañándolo todo con interminables líneas de cuerda fija, puede que nos ayude a conseguir la cima pero, sería una forma de conseguirla nada acorde con la filosofía que me ha acompañado desde niño a la hora de ascender montañas, aunque estas sean las más altas de la tierra.

Sin embargo, sí que hay algo en esta expedición que, afortunadamente, se parece a mi primer intento: la calidad humana del grupo que nos hemos dado cita al pie del Kangchen. Gente de los más diversos lugares y, seguro, ideologías, estamos unidos bajo el amparo de los Dioses que moran en el Kanchen. No creo que ninguna otra cosa en este mundo sea capaz de conseguir algo así.

Te he visto de nuevo, al doblar la curva de Ramtse hacia Oktang; y creo que me has reconocido…¡no!, estoy completamente seguro. Y lo sé porque nadie que se haya dejado una parte importante de su vida desparramada por tus interminables pendientes de nieve, puede pasar desapercibido a tus ojos, a los ojos de esas cinco brillantes puntas de roca y hielo.

La relación que mantengo con esta colosal montaña es tremendamente paradójica. Por un lado, la experiencia que aquí viví hace dos años en compañía de cuatro amigos me llenó casi por completo, tanto humana como alpinísticamente. Por otro, el vacío que quedó dentro de mí al volver la espalda a la montaña e iniciar el descenso del C.B. no lo he podido llenar todavía, es más, jamás lo haré. Cómo hacerlo cuando a tus espaldas se ha quedado un amigo, atrapado bajo un perpetuo sudario de hielo, a casi 8.000m de altitud.

Al igual que el Kangchen, sé que Iñigo me ha visto llegar. Lo he sentido cuando al fijar mi vista sobre aquel altivo campo de hielo donde descansa, una cascada de incontroladas emociones han acudido a mí. Pero ahora no las quiero controlar, no, quiero emocionarme con su recuerdo, con lo mucho que pasamos juntos en esta montaña interminable.

Sé que habrá días muy difíciles para mí en esta expedición, lo sé desde el momento en que pisé Ramtse. Pero también sé que estoy en el lugar en el que debo estar. Un lugar estéril y mineral sólo en apariencia, porque allá arriba, a casi 8000m, Iñigo me está esperando. Espero tener la suficiente fuerza para llegar hasta allí, coger su relevo y alcanzar esa cumbre que tanto nos dio y tanto nos quitó.

 

El Kangchenjunga, impresionante, anocheciendo

El Kangchenjunga, impresionante, anocheciendo

 

El Campo Base presenta un aspecto muy diferente al de 2007, cuando nos encontrábamos solos a los pies del Kangchenjunga. Ahora somos muchos más: una expedición coreana, otra americana, la española de Al filo de lo Imposible y la nuestra trabajamos para ultimar los detalles de las respectivas ascensiones. También el Kangchen parece otro, más seco; algo que nos va a favorecer. 

 

Me encuentro muy bien, también mis compañeros. La lluvia ha dado una tregua y por fin disfrutamos de algo de sol, aunque ahora es el viento el que sopla con ferocidad a 5.500 metros de altura. Los pocos porteadores de que disponemos siguen yendo y viniendo, del glaciar hasta el Campo Base, para lograr traer el material. Son 400 metros de desnivel, un gran esfuerzo; así que aún habrá que esperar cuatro o cinco días hasta tenerlo todo.

 

El siguiente objetivo es ascender hasta el Campo I, a 6.200 metros, aunque sin hacer noche allí, bajando nuevamente al Campo Base. Hay que aclimatarse poco a poco y, de paso, ir trasladando algo de material.

 

Ya hemos celebrado la puya, la ofrenda a los dioses, moradores de las montañas, que se realiza antes de comenzar la escalada para obtener su bendición. Tengo tantos sentimientos y sensaciones, que me resulta difícil de explicarlo, difícil de asimilar.