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Ascendiendo al Campo II

Ascendiendo al Campo II

Después de dos ajetreados días en el C.B. acondicionando todo lo necesario para hacer de este un lugar habitable, ya estamos en disposición de acercarnos a la pared que inicia la gran ruta de ascenso.

Me resulta un arduo trabajo referir las innumerables diferencias que aprecio entre la expedición que viví hace dos años y la que ahora comienzo a disfrutar, así que sólo puedo decir que son dos expediciones completamente diferentes, como si de montañas diferentes se tratara.

Demasiada gente, demasiada cuerda, demasiados intereses flotando en el ambiente. No sólo me va a requerir un gran esfuerzo escalar esta interminable montaña sino, mantenerme al margen de tanto elemento «extra alpino», por llamarlo de alguna manera.

La escasez de expediciones con las que compartir el gran trabajo que nos requirió el Kangchen en 2007 nos privó de conseguir la cumbre. Ahora, la gran cantidad de gente en ruta, enmarañándolo todo con interminables líneas de cuerda fija, puede que nos ayude a conseguir la cima pero, sería una forma de conseguirla nada acorde con la filosofía que me ha acompañado desde niño a la hora de ascender montañas, aunque estas sean las más altas de la tierra.

Sin embargo, sí que hay algo en esta expedición que, afortunadamente, se parece a mi primer intento: la calidad humana del grupo que nos hemos dado cita al pie del Kangchen. Gente de los más diversos lugares y, seguro, ideologías, estamos unidos bajo el amparo de los Dioses que moran en el Kanchen. No creo que ninguna otra cosa en este mundo sea capaz de conseguir algo así.

Montando el Campo II, a 6.700 metros.

Montando el Campo II, a 6.700 metros.

Día 29:

La montaña está bastante cambiada tras una seca estación invernal. Sin embargo, el paisaje desde los 6.700m del C.II es exactamente el mismo, calcado del que disfrutaron mis ojos en el 2007. Es más, se diría que sigo inmerso en aquella expedición si no fuera porque, al mirar a mis compañeros, veo a Koke en vez de a Oscar, a Juanjo en vez de a Julen… y un gran vacío en vez de a Iñigo.

Mis dos compañeros y yo hemos salido del C.I y, tras atravesar la lengua glaciar que desciende de la gran cascada de hielo, hemos trepado por ella como gatos (por algo hay un Lumbierino en el grupo) y en 4h 15´ nos hemos encaramado encima de uno de los cientos de Seraks que la adornan.

Comer poco, beber un poco más (nunca lo suficiente) y, después de descansar un poco, pues eso, ¡a cavar! Nos vamos relevando los tres con las palas y tras más de una hora de jadeante trabajo, ya tenemos plantada nuestra tienda V.25. “El campo II ya está montado”.

Satisfechos, nos deleitamos juntos, sin decir palabra alguna, del paisaje único que se extiende ante nuestros turbios ojos, como si parte de él nos perteneciera por el simple hecho de estar aquí. Estoy seguro de que es así. Quien sea capaz de llegar hasta aquí, derramando el suficiente sufrimiento como para estar satisfecho consigo mismo, tiene derecho a un trocito de esta inhóspita tierra.

El anochecer viene cargado de viento, como casi siempre, pero cuando todo queda sumido en la oscuridad, la calma lo acaba invadiendo todo, como preparado para que cada uno de nosotros reflexione internamente sobre la eterna pregunta que siempre nos hacen y os hacemos: ¿porqué estoy aquí?

Pero no hay tiempo para ello. Hay que beber, y mucho, y para ello no hay más remedio que deshacer continuamente nieve, en un ritual que se nos antoja agotador por lo repetitivo, pero que es la clave para poder seguir progresando en estas altitudes.

Nos despertamos, hace mucho frío. Comentamos cómo nos ha ido la noche. Parece que nuestro organismo comienza a asimilar en serio la altitud. No hay problemas de dolor de cabeza y todos nuestros órganos parecen estar en el mismo sitio (aunque alguno más olvidado que otro). Así que, tras recomponer por enésima vez las mochilas, iniciamos un rápido descenso al Base cuando el sol todavía se resiste a calentarnos.

Un corto descanso en el C.I. y nos tiramos en picado al Base cuando el sol ya nos comienza  abrasar. ¡Qué le vamos a hacer!, aquí todo es exagerado: la altitud, el frío, el calor… El sufrimiento. Todo parece estar diseñado para quienes desean vivir momentos únicos, acontecimientos que queden grabados de manera indeleble en la memoria.

Te he visto de nuevo, al doblar la curva de Ramtse hacia Oktang; y creo que me has reconocido…¡no!, estoy completamente seguro. Y lo sé porque nadie que se haya dejado una parte importante de su vida desparramada por tus interminables pendientes de nieve, puede pasar desapercibido a tus ojos, a los ojos de esas cinco brillantes puntas de roca y hielo.

La relación que mantengo con esta colosal montaña es tremendamente paradójica. Por un lado, la experiencia que aquí viví hace dos años en compañía de cuatro amigos me llenó casi por completo, tanto humana como alpinísticamente. Por otro, el vacío que quedó dentro de mí al volver la espalda a la montaña e iniciar el descenso del C.B. no lo he podido llenar todavía, es más, jamás lo haré. Cómo hacerlo cuando a tus espaldas se ha quedado un amigo, atrapado bajo un perpetuo sudario de hielo, a casi 8.000m de altitud.

Al igual que el Kangchen, sé que Iñigo me ha visto llegar. Lo he sentido cuando al fijar mi vista sobre aquel altivo campo de hielo donde descansa, una cascada de incontroladas emociones han acudido a mí. Pero ahora no las quiero controlar, no, quiero emocionarme con su recuerdo, con lo mucho que pasamos juntos en esta montaña interminable.

Sé que habrá días muy difíciles para mí en esta expedición, lo sé desde el momento en que pisé Ramtse. Pero también sé que estoy en el lugar en el que debo estar. Un lugar estéril y mineral sólo en apariencia, porque allá arriba, a casi 8000m, Iñigo me está esperando. Espero tener la suficiente fuerza para llegar hasta allí, coger su relevo y alcanzar esa cumbre que tanto nos dio y tanto nos quitó.

¡Cómo pesa la altura!

La soledad del Campo 1

La soledad del Campo 1

Comenzamos a notar el castigo de la altura. Hemos pasado la noche en el Campo 2, a 6.700 metros y los 400 metros de diferencia respecto al C1 pesan en cada movimiento del cuerpo. El viento y el frío también es mucho mayor, así que hemos estado más pendientes de la garganta y la salud.

Por cuestiones operativas y distintos ritmos en la aclimatación, Koke Lasa, Garra y yo hemos podido dormir en el C2 y ya hemos descendido de nuevo hasta el Campo Base para descansar un par de días o tres y reponer fuerzas. Los demás compañeros de expedición ascenderán hoy hasta el C2 donde pasarán la noche.

A pesar del cansancio, los ánimos y la ilusión no han disminuido y tampoco el buen ambiente del grupo. El tiempo sigue acompañándonos, aunque ya nos ha caído una nevada importante y la diferencia entre el calor del Campo Base y el C2 es considerable.

No contamos con ningún porteador de altura, lo que dificulta la ascensión. De todas formas, el sábado o el domingo, partiremos hacia los 7.300 metros del Campo 3. Probablemente, antes de alcanzar esta meta, durmamos de nuevo en el C2, pero todo dependerá de cómo nos encontremos físicamente.

Las vistas son espectaculares. Me alegra mucho recibir todos vuestros ánimos y agradezco el apoyo que me estáis dando. Es un buen empujón para seguir adelante. Ahora, si me lo permitís, ¡me voy a echar una siesta!

(Esta información ha sido redactada a partir de una llamada telefónica realizada hoy desde el Campo Base, a las 10.30h, hora española, por el propio Patxi Goñi a la oficina Pamplona 2016)

A las puertas del glaciar

Disfrutando de la hospitalidad y el cariño de la gente, sobre todo de los niños

Disfrutando de la hospitalidad y el cariño de la gente, sobre todo de los niños

Alcanzados los 4.600 metros de altura, la lluvia fortísima que cala hasta los huesos no ha logrado desanimar al grupo. El tiempo es malo y a esta altura, la lluvia y la nieve se han convertido en compañeros diarios, aunque el sol engañe luciendo a primera hora de la mañana.

 

En Ramse, la aldea a las puertas del glaciar que es necesario atravesar para llegar al Campo Base, el tiempo se ha detenido y con él la expedición, que ha estado parada dos días por problemas logísticos. El trecking había sido tan duro que, de los 70 porteadores que llevábamos con nosotros desde Taplejung, 55 se dieron la vuelta al llegar al glaciar. Así que el paso por éste será más lento de lo previsto, obligándonos a ir y volver de un punto a otro hasta lograr transportar todo el material, al menos el imprescindible, de un lado a otro con tan sólo 15 porteadores. Hoy haremos uno de esos traslados hasta la mitad del glaciar, donde dormiremos esta noche. 

 

A pesar de estas dificultades, mis compañeros y yo nos encontramos muy bien. El ambiente en el grupo es muy bueno y el paisaje atravesado hasta el momento, de una belleza incomparable. En dos días, ahora sí, esperamos pisar el Campo Base. 

 

(Esta información ha sido facilitada por el propio Patxi Goñi a través de una llamada telefónica a la Oficina de Pamplona 2016, realizada ayer, 20 de abril, a las 12.45 hora española).