Me siento frente al ordenador y, es cuando me doy perfectamente cuenta de que la expedición al Chogolisa todavía no ha terminado. Hay demasiadas cosas en mi cabeza sin encontrar su definitiva ubicación como para que pueda afirmar que eso ha sucedido. Probablemente nunca lo haga ya que, todas y cada una de las expediciones en las que he tenido algo que ver, han sido (y lo son) experiencias vitales en su más amplio y genuino sentido de la palabra.
El Chogolisa no nos dio ninguna oportunidad, esa es la verdad. Nos abrimos paso a lo largo y ancho del Glaciar Vigne, donde las distancias adquieren una dimensión especial. Elevamos nuestros cuerpos por las vertiginosas pendientes de nieve del Espolón Oeste, siendo a cada paso conscientes de que por allí apenas ha pasado ser humano alguno, lo cual hizo que cada paso dado, cada metro ganado, cada furioso latido dado por nuestros corazones, fueran algo único que (estoy seguro) perdurará para siempre en nuestro recuerdo.
Lo cierto es que el Karakorum nunca se ha caracterizado por poseer una climatología previsible, y hacer coincidir el día de cumbre con uno en el que imperen buenas condiciones climáticas, entra casi en el terreno de lo paranormal.
Los dos intentos que hemos realizado a cumbre han resultado ser de lo más infructuoso:
El primero lo dábamos por descontado; era relativamente pronto y lo metimos todo dentro del saco de la escasa aclimatación, lo cual si que entraba dentro de lo previsible..
Tras unos días de recuperación en el C. B. estábamos seguros de que, tanto la climatología como el estado de la nieve, no se portarían de igual manera…que nos darían la de arena, vamos.
El problema fue que, en ningún momento de la expedición vivimos más de 2 días seguidos de buen tiempo así que, para estar en condiciones de optar a una tentativa seria de cumbre, había que estar a los pies de la gran pared trapezoidal del Chogolisa en un solo día. Dicho así no suena tan desorbitado pero, los 1500m de desnivel a salvar, unidos a la inmensa distancia a cubrir, hacía de la nuestra, una tarea descomunal.
Y hacia allí nos fuimos, abriéndonos camino en medio de la noche, cada cual con sus pensamientos…cada cual con sus sueños:
Todavía es de noche cuando llegamos al C. I. Un trago de líquido, que todavía está caliente, y seguimos por la gran llanura de nieve hacia el espinazo dorsal que dibuja el Espolón Oeste de la montaña. Por el resalte de roca, previo a las fuertes pendientes de nieve, corre una cascada de agua que no hace presagiar buenos augurios. Tenemos casi todo el espolón asegurado con cuerdas, lo cual nos da un punto de tranquilidad más que notable. 100, 200, 500, 700, 1000…1500m de desnivel después de comenzar la jornada, llegamos a nuestras dos solitarias tiendas, envueltos en la niebla y con el viento en calma.
A las 10 de la noche salgo fuera de la tienda. Me cuesta trabajo creer que con el desgaste del día tenga ganas de orinar. Miro hacia el cielo y éste me obsequia con un inmenso lienzo de terciopelo negro incrustado de brillantes estrellas. La silueta del Chogolisa se perfila perfectamente en un cielo limpio de nubes y los Gasherbrum, perfectamente alineados, me traen recuerdos de noches parecidas en las que la cima fue complaciente con mis propios deseos.
–Hoy es día de cima– me digo para mis adentros, incapaz de volver a conciliar el sueño.
A las 12.30h nos ponemos en marcha. El frío es intenso, las nieblas han regresado y la nieve sigue estando (como a lo largo de toda la expedición) asquerosa.
Llevo la nariz pidiendo auxilio por el frío desde hace un par de horas y los dedos de los pies los llevo petrificados.
Alcanzamos la muralla del Chogolisa cubiertos de hielo. La niebla se ha ido quedando adherida a nuestra ropa tapizándonos con su peculiar brillante traje blanco.
No vamos a pisar la cima de ésta montaña, eso lo sabemos perfectamente. El misterio de la Muñeca del Chogolisa sequiará sin desvelar, quién sabe por cuánto tiempo. Es lo bueno que tienen los misterios de las montañas, que chocan frontalmente contra nuestra vanidad y que, si son genuinos (y éste lo es) casi es mejor que sigan siéndolo…para siempre.