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Esta mañana ha salido el sol y con él nos hemos puesto en marcha todo el grupo. El miedo a la llegada de un nuevo temporal de nieve, previsto para el lunes 18, nos ha dado el impulso final. Hemos comenzado el ataque a la cumbre del Kangchenjunga.

Asciendo en compañía de Koke Lasa y Juanjo Garra. Me encuentro cansado, porque tras alcanzar los 6.200m del Campo I, hemos tenido que cavar durante media hora hasta lograr que la tienda de campaña, que semanas atrás habíamos instalado, reapareciera de debajo de la nieve.

En breves momentos retomaremos la marcha; no hay tiempo que perder, porque ya es la una de la tarde y todavía tardaremos unas cuatro horas en llegar al Campo II, donde pasaremos la noche. Hemos cogido algo de material y comido un poco, lo suficiente para continuar adelante. Ahora más que nunca, se agradece saber que seguís todos ahí.

(Información redactada a partir de una llamada de Patxi Goñi a la Oficina de Pamplona 2016, esta mañana a las 9h, hora española)

Ya lo sabía, no, mejor dicho, lo intuía. Me refiero a cómo el alpinismo de antaño, el que mamé de niño en libros de Gastón Rebufat o Chris Bonnington, se desmorona ante nosotros, sin poder sustraerse a una sociedad que, incapaz de sacar lo mejor de nosotros mismos, sólo nos cultiva, como en la fantasiosa película de Matrix.

Oscar, Julen y yo, integrados en un grupo de magníficos alpinistas que nos comprenden y apoyan, nos hemos acercado a esta montaña movidos por el magnífico reto que significa ascender al Kangchenjunga y, “sobre todo”, rendir el homenaje que Iñigo se merece.

Pero tarde o temprano tenía que suceder. Durante muchos años nos hemos mantenido al margen del  movimiento mercantilista que ahora pulula por entre estas colosales montañas. No sé si tendré la suficiente capacidad para expresar lo que quiero comunicaros, pero lo intentaré.

Cuando todo parece estar listo para el asalto definitivo a esta interminable montaña, me encuentro con que expediciones que ganan cantidades de dinero desconocidas para mí sólo por el hecho de estar aquí, me piden dinero porque alguien que ha llegado aquí antes que yo ha colocado cantidades desmesuradas de cuerda a lo largo de la montaña. Mis compañeros y yo escalamos bajo otra estrategia, otro estilo, otra filosofía que, parecen chocar radicalmente con los que “amistosamente” me piden dinero.

A pesar de lo mucho que sufrimos, echo de menos aquella solitaria montaña que cinco amigos encontramos hace dos años. Echo de menos sus desnudas paredes de hielo. Echo de menos el estilo libre y humilde con el que nos enfrentamos a aquella ascensión que, ahora se me antoja descomunal por su compromiso y dificultad.

Por el bien de convivencia entre los grupos de personas que aquí nos encontramos, pagaré. Eso sí, utilizando el menor número de metros de cuerda posible. No por soberbia, no; sino por estilo, por coherencia, por una manera de hacer montaña ya en desuso… Porque me gusta escalar montañas, no esclavizarlas.

De nuevo en el Campo Base, se agradece el descanso y la ausencia de ese viento que a 7.200 metros nos amenazaba con llevarse por delante nuestra tienda de campaña. Hemos pasado muchísimo frío durante las dos noches en el Campo III, pero estamos contentos con lo que llevamos de ascensión.

Ayer alcanzamos un punto de altura de 7.400m, dando por finalizada nuestra aclimatación. Nos encontramos bien, con mucha fuerza, así que el factor que ahora mismo más problemas puede ocasionarnos es el del tiempo, ese tiempo caprichoso e impredecible que dicta cuándo se puede o cuándo no se puede continuar.

Los próximos dos o tres días los pasaremos aquí. Hay que recuperar energía antes de volver a subir, esta vez hasta los 8.586m del Kangchen. De camino, dormiremos en el Campo II una noche, otra en el Campo III y, tras montar el Campo IV, esperaremos el momento propicio para el ataque final.

Nos llegan noticias de que la coreana de la que os hablé hizo cima ayer a las 17.30h de la tarde. Se siente feliz. Si todo va bien, nosotros hollaremos la cumbre el próximo 16 o 17. Ya queda menos.

(Información redactada a partir de una llamada de Patxi Goñi a la Oficina de Pamplona 2016, a las 12.15h de esta mañana)

 

El Kangchenjunga, impresionante, anocheciendo

El Kangchenjunga, impresionante, anocheciendo

 

El Campo Base presenta un aspecto muy diferente al de 2007, cuando nos encontrábamos solos a los pies del Kangchenjunga. Ahora somos muchos más: una expedición coreana, otra americana, la española de Al filo de lo Imposible y la nuestra trabajamos para ultimar los detalles de las respectivas ascensiones. También el Kangchen parece otro, más seco; algo que nos va a favorecer. 

 

Me encuentro muy bien, también mis compañeros. La lluvia ha dado una tregua y por fin disfrutamos de algo de sol, aunque ahora es el viento el que sopla con ferocidad a 5.500 metros de altura. Los pocos porteadores de que disponemos siguen yendo y viniendo, del glaciar hasta el Campo Base, para lograr traer el material. Son 400 metros de desnivel, un gran esfuerzo; así que aún habrá que esperar cuatro o cinco días hasta tenerlo todo.

 

El siguiente objetivo es ascender hasta el Campo I, a 6.200 metros, aunque sin hacer noche allí, bajando nuevamente al Campo Base. Hay que aclimatarse poco a poco y, de paso, ir trasladando algo de material.

 

Ya hemos celebrado la puya, la ofrenda a los dioses, moradores de las montañas, que se realiza antes de comenzar la escalada para obtener su bendición. Tengo tantos sentimientos y sensaciones, que me resulta difícil de explicarlo, difícil de asimilar.   

 

 

A las puertas del glaciar

Disfrutando de la hospitalidad y el cariño de la gente, sobre todo de los niños

Disfrutando de la hospitalidad y el cariño de la gente, sobre todo de los niños

Alcanzados los 4.600 metros de altura, la lluvia fortísima que cala hasta los huesos no ha logrado desanimar al grupo. El tiempo es malo y a esta altura, la lluvia y la nieve se han convertido en compañeros diarios, aunque el sol engañe luciendo a primera hora de la mañana.

 

En Ramse, la aldea a las puertas del glaciar que es necesario atravesar para llegar al Campo Base, el tiempo se ha detenido y con él la expedición, que ha estado parada dos días por problemas logísticos. El trecking había sido tan duro que, de los 70 porteadores que llevábamos con nosotros desde Taplejung, 55 se dieron la vuelta al llegar al glaciar. Así que el paso por éste será más lento de lo previsto, obligándonos a ir y volver de un punto a otro hasta lograr transportar todo el material, al menos el imprescindible, de un lado a otro con tan sólo 15 porteadores. Hoy haremos uno de esos traslados hasta la mitad del glaciar, donde dormiremos esta noche. 

 

A pesar de estas dificultades, mis compañeros y yo nos encontramos muy bien. El ambiente en el grupo es muy bueno y el paisaje atravesado hasta el momento, de una belleza incomparable. En dos días, ahora sí, esperamos pisar el Campo Base. 

 

(Esta información ha sido facilitada por el propio Patxi Goñi a través de una llamada telefónica a la Oficina de Pamplona 2016, realizada ayer, 20 de abril, a las 12.45 hora española).