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¡Qué deprisa pasa todo!. Me detengo a pensar un corto instante, y todavía puedo sentir la respiración agitada mientras abro huella en las fuertes pendientes de nieve recién caída camino del C.II del Manaslu. Pues sí, aunque parezca mentira, eso sucedió hace casi 1 año, y si no fuera porque este año es altamente improbable que pueda salir de expedición, ahora mismo estaría de nuevo inmerso en la preparación de otra aventura por el Himalaya.

En este momento, es el Pirineo la cordillera en la que realizo toda mi actividad alpinística, y es más que probable que, durante la Primavera y Verano, realice alguna escapada a los Alpes pero, para quienes hemos sentido en nuestras propias carnes el mordisco del Himalaya (cuando digo Himalaya me estoy refiriendo a todas las grandes cordilleras del planeta) resulta ardua, y sobre toda larga, la tarea de pasar todo un año sin visitar estos grandiosos espacios de naturaleza salvaje.

Aun así, sé perfectamente que disfrutaré como un crío de mis escaladas en nuestras cercanas montañas, de hecho, el Pirineo hace meses que se deshizo de su calidez otoñal y pugna en severidad invernal con codilleras de más renombre y envergadura. Se también, que cuando visite de nuevo la preciosa cordillera de los Alpes, me quedaré boquiabierto (como siempre) intentando comprender cómo es posible que exista una cordillera semejante tan cerca de casa.

Queda claro entonces que, aunque salvando las grandes diferencias geográficas, y sobre todo geológicas, tengo una buena alternativa para seguir escalando magníficas montañas.

Para lo que no tengo alternativa posible, y esto si que me entristece profundamente, es para esa sensación única e insustituible que significa convivir con ese pueblo montaraz (apunto pueblo en singular porque es el mismo en todos países del mundo) que habita bajo las montañas, y capaz de hacer que todos tus esquemas y prejuicios salten por los aires.

A continuación os dejo unas fotografías de algunas de mis ascensiones Pirenaicas realizadas durante este Invierno. La mayoría de ellas son ascensiones a picos que en Invierno permanecen aislados, sumergidos en una penumbra que acrecienta aun más su carácter Invernal. Bien a pie o bien con esquís, son ascensiones realizadas con diferentes amigos con quienes comparto una auténtica pasión por nuestra cordillera Pireanica, sin duda alguna, la cordillera más especial del mundo. También os dejo el enlace de un vídeo que filmé de las gentes que habitan en los valles bajo el Kangchenjunga pero que, como os he dicho anteriormente, podrían ser perfectamente Quechuas o Aimaras, Kirguises o Tadyicos, Baltís o Unzas, Sherpas o Gurungs… son pueblos montaraces, duros, amables y hospitalarios. Ellos son los verdaderos conquistadores de las montañas.

Arista Noreste de la Llena del Bozo-

Arista Noreste de la Llena del Bozo

Ascendiendo sobre el Valle del Aspe

Ascensión al Benouse con esquís

Asegurando sobre nieve dura

Comienza a nevar en el Benouse

Comienza el descenso desde el Espelunciecha

Corredor Noroeste del Arrious

Descediendo hacia la Canal Roya

Descenso del Benouse en nieve polvo

Descenso en esquís del Arroyetas

Ascendiendo al Aspe por la Chorrota

En la arista somital del Lurien

Entrada al valle de los Sarrios

Es difícil encontrar el Sol en las Norte

   

Escalando la arista Noreste de la Llena del Bozo

Felipe, Txasu y la Llena de la Garganta

Fernando en la cumbre del Lurien

Fuerte pendiente en la arista Noreste de la Llena del Bozo

Impresionante el Puntal de la Bata en Invierno

Javi y Patxi en la Tuca

      

Patxi en "La Trinchera"

Colocando las Focas

Patxi en el Arrious

Ruta del Pico Lurien

Rapel de Fernando en el pico Arrious

Terreno complicado en el Benouse

Primer largo de la arista Noreste de la Llena del Bozo

Txasu en el corredor sur de la Llena del Bozo

    

Desde donde está Patxi iniciamos el descenso en esquís

Fernando llegando a la cima de la Cúspide del Secús

Patxi en pleno descenso de la Cúspide del Secús

Ruta Cúspide del Secús

Ascendiendo sobre el Ibón de Estanés

 

Atravesando el Ibón de Estanés

                                                                                                                                               

Muchos sois los que me habéis pedido: ¿para cuándo un nuevo vídeo en tu blog?. Bueeeeno, como decía my buen Iñigo: “que no panda el cúnico”. Ya he terminado de montar la película sobre la expedición y, Lo cierto es que ha sido un parto difícil; sobre todo teniendo en cuenta que, cuando comencé a hacerlo, no tenía ni idea de lo quería. Ahora solo queda mostrarlo al público y que sea él quien decida. Lo bueno de este asunto es que, por muy mal que lo haya hecho, no creo que reciba muy malas críticas, y os diré porqué:

Los lugares en los que se desarrolla la historia son, sencilla y llanamente, espectaculares. Y las imágenes que me he traído lo son también así pues, muy malo tendría que ser para, con tan buen material en mis manos, no hacer algo que merezca la pena. Luego está la manera de enfocar el asunto, y aquí desde luego, estoy abierto a recibir cuantos tomatazos queráis propinarme pero, incluso aquí tengo una gran ventaja pues, por mucho que os empeñéis…corro mucho más que la mayoría de vosotros.

De todas maneras, y aun sufriendo mucho por el material que he desechado, creo que es una película que merece la pena ver, no por mi sino, por la historia que cuento. Esta es una historia de sacrificio, de compromiso con el riesgo, de momentos irrepetibles en la vida de un alpinista, pero sobre todo, es una historia de amistad.

Próximamente os iré indicando los lugares y fechas en los que proyectaré la película pero, para quienes no podéis esperar, pinchar en el enlace de abajo y tendréis por lo menos, tres minutitos de una historia que duró más de dos meses. Menos da una piedra.

Patxi

http://www.youtube.com/watch?v=s7oJBY3Tm88

Lo cierto es que, hablar solo los 3500m de desnivel que separan el Glaciar Yalung de la cima del Kanchenjunga, cuando se está refiriendo a una expedición a la gran montaña Nepalí, es como cercenarla, amputarle uno o varios de los miembros que la hacen una de las montañas más especiales y espectaculares del mundo.

Porque, la ascensión al Kangchenjunga no comienza ni concluye en el Campo Base, no. Ninguna lo hace pero, esta mucho menos. ¡Cómo obviar los 12 días de marcha de aproximación que se emplean para llegar a su Campo Base!, o ¡cómo hacerlo con los 5 días, tremendos, que necesitamos para salir del Base hasta la aldea de Suketar!.

Os pongo en situación:

Descendemos del Campo Base después de haber soportado situaciones que, apunto estuvieron de trastocar incluso los atemperados nervios de Oscar. Del Base hasta Ramtse, 8 horas de tortura por el que probablemente sea, el glaciar más caótico del mundo. Esto ya nos lo sabíamos. De Ramtse hasta la cabaña de Tortong, nos volvemos a reencontrar con la vegetación. La gran masa de bosques del Noreste del Nepal nos vuelven a proteger del viento y el frío, no así de la lluvia, que nos azota sin piedad durante toda la jornada. Y, a partir de aquí, es desde donde comienza la jornada más larga, dura y espectacular, que recuerdan mis piececillos desde que tengo huso de razón.

Pasang, nuestro Shirdar, nos comenta que cree recordar un camino que utilizó hace 20 años, cuando era porteador (está claro que en la profesión de porter también se promociona) con una expedición Rusa al Kangchen. Eso si, nos advierte que es una jornada larga y, cuando un Sherpa te dice que te vas a enfrentar a una larga y dura jornada, ¡¡átate los machos!!.

Ha estado toda la noche lloviendo pero, es el Sol quien nos despierta de un profundo y reparador sueño. El agua de lluvia se evapora del tejado de madera de la cabaña de Tortong iluminada por el sol, y se une a las masas de vapor de agua que la selva comienza a liberar para, llegado el mediodía, devolverlas al fértil suelo del que nacieron. Se nota que la Primavera concluye y que la estación monzónica está ya próxima. Evitamos pasar por el alto collado que nos llevaría a Yangpudín, y nos sumergimos por el fondo del valle, pegados al río Simbua Khola. La selva es aquí carrada y espesa como un puñado de musgo. La humedad nos hace chorrear de sudor como si estuviéramos en medio de una copiosa lluvia monzónica. Hasta donde alcanza nuestra vista, todo es selva. Miles, millones de hectáreas de un bosque que brilla como recién pintado se despliega ante nuestros atónitos ojos. ¡No es posible que tengamos que salir por allí!, nos decimos incrédulos pero, Pasang sigue descendiendo así que, está claro que no hay otro camino que el que él nos marca.

Las horas se suceden una tras otra con el monótono sonido de fondo de un embravecido río que se abre paso a empentones por entre encajonados valles. Por fin, un claro en el bosque nos libera de la angustiosa presión de los árboles; ¿no queríais árboles?, ¡pues toma árboles!.

Al acercarnos al claro, penetrantes gritos de niños destacan sobre el dominante silencio de la selva. Una cabaña hecha con cañas de bambú alberga a una familia que, nos cuesta trabajo entender porqué están aquí. Seguramente, a ellos les resultará más difícil todavía comprender qué hacen tres occidentales, flacos como suelas de abadejo, barbudos y desmadejados, saliendo de una selva que, incluso a ellos, les ha detenido en este punto.

Corren los niños despavoridos pendiente arriba, como si los más de 3000m a los que nos encontramos, no fueran con ellos. La madre está escardando maíz, 4 matas desperdigadas por el claro boscoso. El padre recoge hierbas al orillo del camino. Me paro junto a él, me mira, le miro, ninguno de los dos dice nada…por fin, de su rostro arrugado surge el lenguaje universal: una sincera y bellísima sonrisa, como impropia de un rostro tan machacado por la vida, me llega al alma. Quiero hablar con  él pero no puedo, no por el infranqueable muro del idioma, no, sino porque es mudo. Llevamos unas 12h horas caminando sin encontrarnos con ni un solo alma y, la primera persona con la que topamos, va y es muda. Hay que reconocer que, cuando quiere, también el Kangchen tiene sentido del humor.

-Una danza al Sol-

Sherpaní danzando. Una vida sin estrés

EL SHERAK DEL CAMPO UNO

Uno va cumpliendo años (afortunadamente), y poco a poco va llenando la mochila con el nombre de montañas ascendidas y de otras que se quedaron sin ascender. Lo cierto es que siempre he tenido la costumbre de ir al monte con generosa mochila. No se sabe con cuanto la tendrás que llenar al final de cada expedición así que, opto por la máxima de “más vale que sobre que no que falte”. Las dimensiones de mis mochilas han ido siempre en consonancia con el bagaje del que las he llenado expedición tras expedición. Kilos y kilos de imágenes, sonidos, aromas, sensaciones y sentimientos son el equipaje con el que vuelvo siempre a casa, y si además de todo esto hay una foto de cumbre, pues eso, miel sobre hojuelas. Tengo la suerte de haber conocido muchas montañas con pasajes que, aun hoy, me siguen poniendo los pelos de punta al recordarlos. De todas esas joyas para recuerdo que abarrotan mi cabeza, voy a destacar “la escalada del Sherak del C.I” del Kangchenjunga. Pocos “Campo Uno” tienen la elegancia que posee el del Kangchen. Apenas te elevan 700m de desnivel desde el C.B. pero, cuando llega el momento de encaramarte en la cima de este gran Sherak, te llegas a sentir como uno de los buenos…, alpinistas me refiero. Y como, aunque parezca mentira, todo en estas montañas está regido por un incuestionable equilibrio, esta joya de hielo solo podía pertenecer al Kangchenjunga; la montaña más espectacular del mundo.

Pincha en el siguiente enlace y escala conmigo el gran Sherak:

 http://www.youtube.com/watch?v=JYPrXBZT3mg

Patxi

Sherak del C -

Salida del Sherak hacia el C.I

     

Más cerca de casa

Tras cinco días de intensa y dura caminata, estamos en Suketar, en el helipuerto desde el que mañana despegará una avioneta rumbo a Katmandú. Bajar del Campo Base ha supuesto un esfuerzo enorme, con jornadas maratonianas de más de doce horas atravesando la selva virgen. El paisaje ha sido espectacular, pero hemos sufrido bastante. Después de tantos días en el Base, con todo lo que allí sucedió, nos ha costado, nos ha costado muchísimo…

La lluvia nos ha acompañado durante toda la travesía. Superado el ciclón de la semana anterior, tan sólo disfrutamos de un día de sol, el necesario para evacuar a nuestros cuatro compañeros. Desde entonces no ha hecho más que llover y llover sin parar, hasta que hoy el cielo se ha despertado con alguna nube, pero dejando ver el sol. Si se mantiene así, creo que mañana no tendremos problemas para volar.

Ayer fue increible el impacto que causamos a los habitantes de estas primeras aldeas. La verdad es que ni siquiera son aldeas, sino casitas de campo, esparcidas y totalmente aisladas. La gente que nos vio aparecer de lo alto, saliendo de la selva, nos miraba como si fuésemos espectros. Tan flacos, tan quemados, con nuestras barbas… Estaban alucinados y sorprendidos con nuestra aparición. Fue un momento muy bonito.

Ahora descansamos en una pequeña aldea, donde nos han acogido fenomenal. Ayer cenamos bien y hemos desayunado mejor. Hasta nos hemos echado las primeras cervezas, ¡qué placer! Atrás quedan los amargos momentos del Campo Base…

La bajada de Óscar desde el Campo III fue rapidísima. Óscar es un tipo especial para soportar situaciones tan extremas como las que vivió. Mandamos a un grupo de cuatro porteadores y dos de nuestros cocineros para ayudarle y abrirle huella, pero él ya estaba en el Campo I. Al Base llegó por sus propios medios bien entrada la noche, exhausto, pero con un aspecto inmejorable teniendo en cuenta lo sufrido.

Al día siguiente, hubo que ‘rearmarse’ otra vez con todo y comenzar a bajar. Invertimos unas nueve horas en atravesar el glaciar que se extiende a los pies del Kangchen, hasta llegar a Ramse, el primer lugar habitable (tiene una casita). A partir de ahí, los días fueron durísimos, un descenso largo, muy largo.

Tengo a Julen y Óscar a mi lado. Como yo, se encuentran cansados, molidos por completo; pero con la alegría de saber que pronto volveremos a estar con nuestra gente. Estamos muy contentos. Mañana llegaremos a Katmandú, poniendo punto final a nuestra expedición. Allí nos reencontraremos con Miguel, que aunque bajó del Kangchen algo “tocado” de salud, decidió no adelantar su avión y esperarnos.

Cada uno tenemos un vuelo diferente. He podido adelantar el mío un día para evitar esperas innecesarias en el aeropuerto, así que el viernes a la tarde espero estar pisando Bilbao. Estamos más cerca de casa.

(Información redactada a partir de una llamada de Patxi Goñi a la Oficina de Pamplona 2016, hoy a las 8h de la mañana, hora española)

Quiero empezar destacando que esta mañana han sido evacuados en helicóptero mis compañeros Koke Lasa, Juanjo Garra, Miguel Fernández y Alberto Zerain, algo que me alegra y me levanta el ánimo después de estos días tan difíciles, atrapados en el Campo Base.

Desde que el día 18 bajamos de la cumbre las cosas se torcieron. A dos miembros de la expedición, Fernández y Zerain, tras el esfuerzo de generosidad que hicieron al ir a buscar al equipo de Al Filo de lo Imposible, se les congelaron los pies y llegaron al Base a duras penas. Les hemos cuidado lo mejor que hemos podido, pero la preocupación se centraba en Koke Lasa, el compañero con el que ascendí el Kangchen. Koke sufrió un edema pulmonar por el esfuerzo de la cumbre, que se le desencadenó en el Campo Base.

Durante tres días le hemos estado metiendo en una cámara hiperbárica. Hemos sufrido unos momentos muy amargos, llamando a los helicópteros de rescate para que vinieran a buscarnos, pidiendo ayuda… Pero nadie venía a socorrernos. Lo cierto es que los últimos dos días era imposible, porque entró un ciclón por el Golfo de Bengala, que se quedó clavado en el Kangchenjunga. No podíamos salir de las tiendas, ni siquiera a la del compañero para ir a ayudarle, porque había vientos de 100 kilómetros por hora, con nieve racheada. Una tormenta que nos ha maltratado y sepultado bajo la nieve. Parece que el ciclón se ha desintegrado y ha mejorado el tiempo, pero nos hemos quedado con dos metros de nieve y las tiendas cubiertas, así que hemos tenido que cavar, cavar mucho para salir afuera.

Afortunadamente, el helicóptero ha llegado y se ha llevado a mis cuatro compañeros. El Campo Base está ahora mismo absolutamente desolado. Tan sólo quedamos Julen y yo, esperando a Óscar, el único miembro de la expedición que falta por bajar, ya que la tormenta le pilló en el Campo III y tuvo que quedarse allí. Óscar lo ha pasado también muy mal, a 7.200 metros, solo y escondido del temporal en su tienda. Pero hoy hemos hablado con él y tiene otra voz. Está mucho más animado y, a pesar de sentirse muy débil, se le nota mucho más sereno y tranquilo.

Un grupo de rescate formado por cuatro sherpas ha llegado con el helicóptero y ha comenzado a ascender para ayudar a Óscar en el descenso y llevarle oxígeno. Él está bien, bajando por sus propios medios, pero va a encontrarse una zona peligrosa, con mucha nieve acumulada, que tienen que abrir los porteadores desde abajo. A este grupo, se les han unido dos cocineros que teníamos en el Campo Base. No son sherpas de altura, pero sí gente con una fortaleza física increible y que conoce muy bien el camino. Ellos dos guiarán e indicarán al grupo la vía a seguir porque ahora mismo no hay ni ruta, ni cuerdas ni nada. El ciclón arrasó con todo a su paso. De todas formas, seis personas es una ayuda importante y, viendo que ascienden a buen ritmo, que son personas muy bien aclimatadas y que el tiempo ha mejorado, creo que hoy mismo se encontrarán con Óscar y mañana a más tardar, espero que volvamos a estar los tres juntos en el Campo Base.

Lo siguiente, no sé qué será. Lo ideal sería que aprovechando la movilización del helicóptero de rescate nos sacaran a los tres de aquí; pero después de la experiencia que hemos vivido con los helicópteros no me atrevo a asegurarlo. De no ser así, no quedará más remedio que salir del Base andando.

Yo me encuentro físicamente muy desgastado. Llevo días trajinando por el Campo Base, ayudando a mis compañeros, y me he quedado muy debilitado. Las sesiones de cama hiperbárica de Koke suponían un desgaste y un esfuerzo brutal, porque se trata de meter presión para “bajarle” de los 5.500 metros a los 3.500, y eso a estas alturas y después de haber subido es muy duro. Además, como era el que mejor me encontraba, he tenido que tirar del grupo, tomar las riendas y estar atento a sus necesidades. Ellos poco podían hacer con sus  congelaciones salvo aguantar.

Pero una por una, hoy es día de buenas noticias: Óscar ya baja y mis cuatro compañeros deben de estar en Katmandú, respirando oxígeno, sobre todo Koke, y encontrándose mucho mejor. Eso nos alegra; me siento  mucho más tranquilo.

(Esta información ha sido redactada a partir de una llamada de Patxi Goñi a la Oficina de Pamplona 2016, esta mañana a las 10.30h, hora española)

El Kangchen ha puesto a cada cuál en su sitio, sin aspavientos, con toda la fría contundencia de la que sólo son capaces montañas como ésta. Porque el Kangchen es diferente a cualquier otra montaña del mundo. Eso es algo en lo que todos los alpinistas que aquí nos encontramos nos hemos puesto de acuerdo. Es implacable, fría, dura y sobre todo larga, muy larga.

He llegado al punto más alto alcanzado en el año 2007. El sol no hace mucho que acaricia levemente mi gélida fisonomía. Las horas de ascensión nocturna no han minado un ápice mis ganas de alcanzar esta preciada cumbre. Reconozco inmediatamente el lugar del vivac de hace dos años, y las escenas de despedida de Iñigo en ese mismo punto vienen a mi cabeza como un latigazo. Siento el grito de aliento de Iñigo que me invita a seguir. ¿Qué motivo si no me impulsa a soportar este sufrimiento? Dejo atrás ese lugar, que para mí ya es sagrado y entro en terreno desconocido.

La vía de la derecha no pierde inclinación respecto al corredor principal; es más, se acentúa, exigiendo un esfuerzo extra con el que no contaba. Tras una fuerte pendiente de nieve llegan las complicaciones serias del tramo que queda hasta la cumbre. Mucho tramo mixto que exige un buen equilibrio, tanto físico como mental. El frío sigue siendo intenso y la cumbre sigue ocultándose tras sucesivos resaltes que cuestan una eternidad superar. Esta es una cumbre para pacientes, está claro. Sólo el Yalung Kang parece apiadarse de mi esfuerzo y me deja ver mi progresión.

Supero la altitud del collado, 8.350 metros, y el Tíbet aparece ante mí, luminoso, con su fisonomía tan peculiar. La arista del Yalung se me muestra en toda su extensión, animándome en mi peculiar peregrinaje. Pero mis fuerzas están llegando al límite. No hay un ritmo de ascensión; simplemente doy un paso cuando mis agostados pulmones me lo permiten.

Hace tiempo que ya no presto atención al frío de mis pies; creo que lo peor ya ha pasado. Mi organismo responde perfectamente a cuantos chequeos le hago y esto me tranquiliza. Tras unas cuantas rocas, una pirámide de nieve me observa desde arriba. ¿Seré capaz de llegar hasta allí? Me hago esta pregunta incluso en voz alta.

Veo cómo lo alcanza Juanjo Garra y parte del grupo de Al Filo. Agacho la cabeza y continúo con mi sufrimiento, viendo en mi mente las caras de mis amigos, de mi familia apostando por mí, sintiendo orgullo de mí. Es una nueva inyección de oxígeno y alcanzo esa preciada pirámide de nieve. La bordeo por la derecha y una gran oquedad en una enorme roca me ofrece un singular lugar de descanso.

Aprovecho el lugar que me brinda el Kangchen y me siento a descansar. Siento en mi cerebro la hipoxia que me invita una y otra vez a quedarme dormido, esa trampa tan peligrosa que tiende la altitud a quien osa jugar con ella. Me mantengo despierto, alerta, consciente de lo que me juego.

Contemplo absorto la vertical belleza de la cara Norte del Yalung y aparece Koke Lasa respirando furioso cada gramo de oxígeno. Tras unas escuetas y breves palabras de ánimo, avanzo por la arista que da salida a este estratégico refugio y ante mí aparece un desordenado y caótico campo de rocas que sin orden ni concierto culminan en una gran roca trapezoidal que, orgullosa, se erige en lo que parece ser la cumbre.

Vuelvo mi mirada hacia el Yalung Kang, como pidiendo conformidad. No sé, me fío más de él; ver su cumbre prácticamente a mi altura me anima a seguir. Dos miembros del Al Filo están llegando a la cima. El resto, desperdigado por el caótico mar de rocas, se busca su propio trazado para alcanzar la cumbre. Koke y yo observamos el panorama desordenado. Son las 15h de la tarde, llevo ascendiendo unas 14 horas y me quedan 100 o 150 metros. “¿Qué te parece, Iñigo? ¿Lo damos por bueno?”. Una vez más siento su sonrisa de satisfacción. “Cómo no”. Calculo el resultado de forzar mi pequeña maquinita hasta la cumbre y me veo regresando de noche. No, ya lo hice hace dos años y el Kangchen me permitió salir con vida. No quiero volver a vivir aquella situación.

Koke y yo iniciamos el descenso. A las siete de la tarde soy recibido en el Campo IV por Miguel y Alberto con unos abrazos que a punto están de romper mis leves costillas. Ya es de noche y hay preocupación; mucha preocupación por quienes la punta de aquella roca ha sido irrenunciable.

 Una llamada desde arriba alerta sobre una situación extrema entre alguno de los miembros de Al Filo que han arriesgado hasta el límite. Miguel, Alberto y un sherpa, cargados con líquido caliente y oxígeno, inician una ascensión en medio de la gélida noche para prestar su ayuda. El desgaste físico y el esfuerzo económico que han empleado mis dos compañeros en llegar hasta aquí son despreciados de inmediato en un gran gesto de generosidad. Ascienden hasta 8.000 metros y allí, prestan su ayuda a un grupo de personas que desciende tanteando en la oscuridad, como fantasmas en la noche.

Vista desde el Campo IV hacia la India

Vista desde el Campo IV hacia la India

Tras enfrentarnos a esta montaña sin tregua, para mí la más dura del mundo, desde ayer descansamos en el Campo Base. Es una alegría y una satisfacción enorme el haber vivido lo vivido, el haber sentido tantas emociones allá arriba, en lo alto del Kangchen. Me encuentro muy bien, cansado, pero muy contento.

 

La bajada fue muy dura. Alberto y Miguel salieron a buscar a Edurne Pasaban desde el Campo IV para tratar de ayudarla. Descendía con verdadera dificultad, pero afortunadamente ella y todo su equipo lograron alcanzar ayer el Campo Base y esta misma mañana, Alex Txicón y Pasaban han sido evacuados en helicóptero para ser inmediatamente llevados a Katmandú y agilizar su traslado a España.

 

Julen y Oscar están tratando de alcanzar hoy la cumbre, aunque todavía es pronto para tener noticias de si lo han logrado o no. Mientras tanto, el resto del equipo descansamos, del cansancio físico y de tanta intensidad emocional. La aventura, el regalo de estar entre las paredes de esta colosal montaña está llegando a su fin, aunque aún queda el descenso a Katmandú. Me gustaría realizarlo a pie, así que descansaremos lo suficiente para afrontar la marcha de cinco o seis días que nos separa de la ciudad.

 

Es difícil explicar qué supone estar a esas alturas, cuando avanzas hacia la cumbre. Cada paso es un dolor. Pero todo el apoyo que he sentido, que he recibido a través de vuestros mensajes, me han dado fuerza. Una vez más, muchísimas gracias.

 

(Información redactada a partir de una llamada de Patxi Goñi a la Oficina de Pamplona 2016, esta mañana a las 8.50h, hora española, 12.50h en Nepal)

Tras una larga y dura ascensión de más de ocho horas, nos encontramos a 7.800 metros, a punto de tocar el cielo. Hace apenas una hora, hemos alcanzado el Campo IV y ya hemos instalado la tienda en la que ahora me encuentro, refugiado del fuerte viento que nos ha obligado a retrasar un día el ataque a cumbre.

Como la nuestra, la expedición coreana y la de Al Filo de lo Imposible (no así la de la italiana Nieves Meroi, que se ha retirado) esperan en este Campo IV a que las previsiones meteorológicas, que vaticinan buen tiempo para mañana, se cumplan.

Comparto cansancio y tienda con Juanjo Garra, Miguel Fernández y Koke Lasa, mientras que en la tienda contigua se encuentran Alberto Zerain y Kinga Baranowska. Se nos ha hecho durísimo llegar hasta aquí, sobre todo por el gran peso con el que cargábamos, pero nos sentimos muy bien de ánimo.

Mañana a estas horas, quizá hayamos descubierto esos “cinco tesoros” con los que tantas veces hemos soñado.

(Información redactada a partir de una llamada de Patxi Goñi a la Oficina de Pamplona 2016, a las 16h de esta tarde)

Ascendiendo al Campo III entre "terrones de azúcar"

Oscar Cadiach, ascendiendo en 2007 al Campo III entre "terrones de azúcar" (Foto: Patxi Goñi)

Aunque sufriendo más de la cuenta, ya hemos alcanzado los 7.200 metros del Campo III. No sé por qué nos ha costado tanto llegar, tal vez a consecuencia de las bajas presiones. Pero el sufrimiento y el cansancio han sido la tónica general del día entre todos los miembros de las expediciones que nos encontramos aquí: la nuestra, una coreana, la de la italiana Nieves Meroi y el grupo de Al Filo de lo Imposible.

 

Las nevadas de la última semana han cubierto casi por completo nuestras huellas y resulta durísimo ascender por esos escalones de nieve que guardan gran distancia unos de otros. De todos modos, Koke, Juanjo y yo hemos hecho una cordada muy bien avenida y estamos satisfechos.

 

Tras una hora recuperando fuerzas, nos sentimos bien y de buen ánimo. Desde que salimos del Campo Base el tiempo ha mejorado mucho y tan sólo ha nevado durante diez o quince minutos, pero lo hemos aguantado muy bien porque no hacía frío. En este momento disfrutamos de un paisaje de extraordinaria belleza, con las nubes a cincuenta metros bajo nuestros pies, mientras la cima del Kangchen nos contempla totalmente despejada. Es espectacular.

 

Mañana partiremos al que será nuestro campo IV y que instalaremos a unos 7.600m. No es mucha la diferencia en metros respecto a nuestra posición actual, pero será un tramo bastante duro. Primero atravesaremos una cascada, sinuosa y con grandes grietas, hasta llegar a una planicie inmensa en la que progresivamente aumenta mucho la inclinación. Costará abrir camino. Llevaremos una tienda ligera y comida suficiente para dos días, que es lo que en principio tardaremos en subir hasta la cumbre y bajar al IV a dormir.

 

El sol se esconde a una velocidad estratosférica, así que en poco rato nos meteremos en el saco. Hay que descansar porque los próximos dos días prometen ser muy intensos.

 

Patxi hacia el C.III

Patxi hacia el C.III

 

 (Esta información ha sido redactada a partir de una llamada telefónica de Patxi Goñi a la Oficina de Pamplona 2016, a las 10h de la mañana de hoy, hora española)