Category: Alpinismo


Tras una larga y dura ascensión de más de ocho horas, nos encontramos a 7.800 metros, a punto de tocar el cielo. Hace apenas una hora, hemos alcanzado el Campo IV y ya hemos instalado la tienda en la que ahora me encuentro, refugiado del fuerte viento que nos ha obligado a retrasar un día el ataque a cumbre.

Como la nuestra, la expedición coreana y la de Al Filo de lo Imposible (no así la de la italiana Nieves Meroi, que se ha retirado) esperan en este Campo IV a que las previsiones meteorológicas, que vaticinan buen tiempo para mañana, se cumplan.

Comparto cansancio y tienda con Juanjo Garra, Miguel Fernández y Koke Lasa, mientras que en la tienda contigua se encuentran Alberto Zerain y Kinga Baranowska. Se nos ha hecho durísimo llegar hasta aquí, sobre todo por el gran peso con el que cargábamos, pero nos sentimos muy bien de ánimo.

Mañana a estas horas, quizá hayamos descubierto esos “cinco tesoros” con los que tantas veces hemos soñado.

(Información redactada a partir de una llamada de Patxi Goñi a la Oficina de Pamplona 2016, a las 16h de esta tarde)

Ascendiendo al Campo II

Ascendiendo al Campo II

Después de dos ajetreados días en el C.B. acondicionando todo lo necesario para hacer de este un lugar habitable, ya estamos en disposición de acercarnos a la pared que inicia la gran ruta de ascenso.

Me resulta un arduo trabajo referir las innumerables diferencias que aprecio entre la expedición que viví hace dos años y la que ahora comienzo a disfrutar, así que sólo puedo decir que son dos expediciones completamente diferentes, como si de montañas diferentes se tratara.

Demasiada gente, demasiada cuerda, demasiados intereses flotando en el ambiente. No sólo me va a requerir un gran esfuerzo escalar esta interminable montaña sino, mantenerme al margen de tanto elemento «extra alpino», por llamarlo de alguna manera.

La escasez de expediciones con las que compartir el gran trabajo que nos requirió el Kangchen en 2007 nos privó de conseguir la cumbre. Ahora, la gran cantidad de gente en ruta, enmarañándolo todo con interminables líneas de cuerda fija, puede que nos ayude a conseguir la cima pero, sería una forma de conseguirla nada acorde con la filosofía que me ha acompañado desde niño a la hora de ascender montañas, aunque estas sean las más altas de la tierra.

Sin embargo, sí que hay algo en esta expedición que, afortunadamente, se parece a mi primer intento: la calidad humana del grupo que nos hemos dado cita al pie del Kangchen. Gente de los más diversos lugares y, seguro, ideologías, estamos unidos bajo el amparo de los Dioses que moran en el Kanchen. No creo que ninguna otra cosa en este mundo sea capaz de conseguir algo así.

Montando el Campo II, a 6.700 metros.

Montando el Campo II, a 6.700 metros.

Día 29:

La montaña está bastante cambiada tras una seca estación invernal. Sin embargo, el paisaje desde los 6.700m del C.II es exactamente el mismo, calcado del que disfrutaron mis ojos en el 2007. Es más, se diría que sigo inmerso en aquella expedición si no fuera porque, al mirar a mis compañeros, veo a Koke en vez de a Oscar, a Juanjo en vez de a Julen… y un gran vacío en vez de a Iñigo.

Mis dos compañeros y yo hemos salido del C.I y, tras atravesar la lengua glaciar que desciende de la gran cascada de hielo, hemos trepado por ella como gatos (por algo hay un Lumbierino en el grupo) y en 4h 15´ nos hemos encaramado encima de uno de los cientos de Seraks que la adornan.

Comer poco, beber un poco más (nunca lo suficiente) y, después de descansar un poco, pues eso, ¡a cavar! Nos vamos relevando los tres con las palas y tras más de una hora de jadeante trabajo, ya tenemos plantada nuestra tienda V.25. “El campo II ya está montado”.

Satisfechos, nos deleitamos juntos, sin decir palabra alguna, del paisaje único que se extiende ante nuestros turbios ojos, como si parte de él nos perteneciera por el simple hecho de estar aquí. Estoy seguro de que es así. Quien sea capaz de llegar hasta aquí, derramando el suficiente sufrimiento como para estar satisfecho consigo mismo, tiene derecho a un trocito de esta inhóspita tierra.

El anochecer viene cargado de viento, como casi siempre, pero cuando todo queda sumido en la oscuridad, la calma lo acaba invadiendo todo, como preparado para que cada uno de nosotros reflexione internamente sobre la eterna pregunta que siempre nos hacen y os hacemos: ¿porqué estoy aquí?

Pero no hay tiempo para ello. Hay que beber, y mucho, y para ello no hay más remedio que deshacer continuamente nieve, en un ritual que se nos antoja agotador por lo repetitivo, pero que es la clave para poder seguir progresando en estas altitudes.

Nos despertamos, hace mucho frío. Comentamos cómo nos ha ido la noche. Parece que nuestro organismo comienza a asimilar en serio la altitud. No hay problemas de dolor de cabeza y todos nuestros órganos parecen estar en el mismo sitio (aunque alguno más olvidado que otro). Así que, tras recomponer por enésima vez las mochilas, iniciamos un rápido descenso al Base cuando el sol todavía se resiste a calentarnos.

Un corto descanso en el C.I. y nos tiramos en picado al Base cuando el sol ya nos comienza  abrasar. ¡Qué le vamos a hacer!, aquí todo es exagerado: la altitud, el frío, el calor… El sufrimiento. Todo parece estar diseñado para quienes desean vivir momentos únicos, acontecimientos que queden grabados de manera indeleble en la memoria.

Te he visto de nuevo, al doblar la curva de Ramtse hacia Oktang; y creo que me has reconocido…¡no!, estoy completamente seguro. Y lo sé porque nadie que se haya dejado una parte importante de su vida desparramada por tus interminables pendientes de nieve, puede pasar desapercibido a tus ojos, a los ojos de esas cinco brillantes puntas de roca y hielo.

La relación que mantengo con esta colosal montaña es tremendamente paradójica. Por un lado, la experiencia que aquí viví hace dos años en compañía de cuatro amigos me llenó casi por completo, tanto humana como alpinísticamente. Por otro, el vacío que quedó dentro de mí al volver la espalda a la montaña e iniciar el descenso del C.B. no lo he podido llenar todavía, es más, jamás lo haré. Cómo hacerlo cuando a tus espaldas se ha quedado un amigo, atrapado bajo un perpetuo sudario de hielo, a casi 8.000m de altitud.

Al igual que el Kangchen, sé que Iñigo me ha visto llegar. Lo he sentido cuando al fijar mi vista sobre aquel altivo campo de hielo donde descansa, una cascada de incontroladas emociones han acudido a mí. Pero ahora no las quiero controlar, no, quiero emocionarme con su recuerdo, con lo mucho que pasamos juntos en esta montaña interminable.

Sé que habrá días muy difíciles para mí en esta expedición, lo sé desde el momento en que pisé Ramtse. Pero también sé que estoy en el lugar en el que debo estar. Un lugar estéril y mineral sólo en apariencia, porque allá arriba, a casi 8000m, Iñigo me está esperando. Espero tener la suficiente fuerza para llegar hasta allí, coger su relevo y alcanzar esa cumbre que tanto nos dio y tanto nos quitó.

¡Cómo pesa la altura!

La soledad del Campo 1

La soledad del Campo 1

Comenzamos a notar el castigo de la altura. Hemos pasado la noche en el Campo 2, a 6.700 metros y los 400 metros de diferencia respecto al C1 pesan en cada movimiento del cuerpo. El viento y el frío también es mucho mayor, así que hemos estado más pendientes de la garganta y la salud.

Por cuestiones operativas y distintos ritmos en la aclimatación, Koke Lasa, Garra y yo hemos podido dormir en el C2 y ya hemos descendido de nuevo hasta el Campo Base para descansar un par de días o tres y reponer fuerzas. Los demás compañeros de expedición ascenderán hoy hasta el C2 donde pasarán la noche.

A pesar del cansancio, los ánimos y la ilusión no han disminuido y tampoco el buen ambiente del grupo. El tiempo sigue acompañándonos, aunque ya nos ha caído una nevada importante y la diferencia entre el calor del Campo Base y el C2 es considerable.

No contamos con ningún porteador de altura, lo que dificulta la ascensión. De todas formas, el sábado o el domingo, partiremos hacia los 7.300 metros del Campo 3. Probablemente, antes de alcanzar esta meta, durmamos de nuevo en el C2, pero todo dependerá de cómo nos encontremos físicamente.

Las vistas son espectaculares. Me alegra mucho recibir todos vuestros ánimos y agradezco el apoyo que me estáis dando. Es un buen empujón para seguir adelante. Ahora, si me lo permitís, ¡me voy a echar una siesta!

(Esta información ha sido redactada a partir de una llamada telefónica realizada hoy desde el Campo Base, a las 10.30h, hora española, por el propio Patxi Goñi a la oficina Pamplona 2016)

Con Oscar Cadiach en el Campo I

Con Oscar Cadiach, en el Campo I

Hemos pasado la primera noche en el Campo 1, terraza desde  donde la belleza del glaciar Yalung no nos deja insensibles a Oriol, Koke y a mí mismo. El frío arrecia, la noche nos ocupa a las 7, la llamada al descanso se acerca. Las 7 del día que esperamos inicia las doce horas de luz que a 6.200 metros nos esperan. Bajamos y subimos. Esta mañana hemos bajado de nuevo al Campo Base para despedirnos definitivamente y en un par de días, empezar desde el C1 la aproximación hacia el C2.

Mientras bajábamos al Campo Base nos hemos «cruzado» con el resto de la expedición que ascendían al C1. Los porteadores se han ido después de un trabajo impagable y de una entrega incalificable. El cocinero y un par de ayudantes permanecen para prepararnos la comida a base de verduras, pasta y carne excelente (yak o vaca).

El clima nos está ayudando muchísimo, todos los días amanece con un sol espléndido y calor. Ayer empezamos a ascender al C1 a la una del mediodía sorteando la temperatura. Y este tiempo tan bueno y seco ha debido ser la tónica este invierno porque la montaña está diferente, muy diferente a como la encontramos en 2007. Mucha menos nieve y unas grietas inmensas en la montaña, inimaginables. Esto en principio facilitará la ascensión.

También facilita, y mucho, las cuatro expediciones que estamos en la misma aventura, desde las vías que están más transitadas y las cuerdas echadas, hasta la compañía del té en común, que no es como un «pote en cuadrilla», pero que a estas alturas vale su peso en altura. Juanito, de Al Filo de lo Imposible, nos visitó anteayer a la tomada del té. Les debemos una visita.

La altura afecta, y afecta mucho: al tono de la voz, al sueño,  a la capacidad y velocidad de razonamiento… Por ello, la aclimatación va mucho más allá de lo meramente físico.

No quiero despedirme sin agradecer a todos los que estáis siguiéndome con atención y, sobre todo, con cariño. No os podéis imaginar lo que ayuda  a subir las «cuesticas».

(Esta información ha sido redactada a partir de una llamada telefónica realizada hoy a la Oficina de Pamplona 2016 por el propio Patxi Goñi)

 

El Kangchenjunga, impresionante, anocheciendo

El Kangchenjunga, impresionante, anocheciendo

 

El Campo Base presenta un aspecto muy diferente al de 2007, cuando nos encontrábamos solos a los pies del Kangchenjunga. Ahora somos muchos más: una expedición coreana, otra americana, la española de Al filo de lo Imposible y la nuestra trabajamos para ultimar los detalles de las respectivas ascensiones. También el Kangchen parece otro, más seco; algo que nos va a favorecer. 

 

Me encuentro muy bien, también mis compañeros. La lluvia ha dado una tregua y por fin disfrutamos de algo de sol, aunque ahora es el viento el que sopla con ferocidad a 5.500 metros de altura. Los pocos porteadores de que disponemos siguen yendo y viniendo, del glaciar hasta el Campo Base, para lograr traer el material. Son 400 metros de desnivel, un gran esfuerzo; así que aún habrá que esperar cuatro o cinco días hasta tenerlo todo.

 

El siguiente objetivo es ascender hasta el Campo I, a 6.200 metros, aunque sin hacer noche allí, bajando nuevamente al Campo Base. Hay que aclimatarse poco a poco y, de paso, ir trasladando algo de material.

 

Ya hemos celebrado la puya, la ofrenda a los dioses, moradores de las montañas, que se realiza antes de comenzar la escalada para obtener su bendición. Tengo tantos sentimientos y sensaciones, que me resulta difícil de explicarlo, difícil de asimilar.   

 

 

Camino al Campo Base

Todos los miembros de la expedición con Miss Hawley, "la cronista del Himalaya", en el centro

Todos los miembros de la expedición con Miss Hawley, "la cronista del Himalaya", en el centro

Segundo día de trecking. Se respira optimismo, en gran parte incentivado por Kinga Baranowska, la alpinista polaca que se ha unido a nuestra expedición, que ameniza nuestra marcha con una alegría contagiosa. El paisaje es increible. Subimos y bajamos desniveles de 2000 metros y no dejamos de sorprendernos con la espectacularidad de las vistas.

El pasado viernes no pudimos volar en avioneta de Katmandú a Taplejung tal y como teníamos previsto, y las 19 horas en 4 x 4 resultaron algo pesadas. Pero por el momento las cosas van bien y a pesar del cansancio del viaje, en cinco días esperamos llegar al campo base.

En Taplejung, contratamos a los 70 porteadores que hoy nos acompañan. No fue fácil dar con ellos. En primer lugar, porque en esta zona del Noreste de Nepal no hay tanta tradición entre sus gentes como en las zonas más próximas al Everest; y en segundo lugar, porque días antes de nuestra llegada, la expedición de Al Filo de lo Imposible ya había pasado por Taplejung y contratado a sus porteadores. Por el camino nos hemos cruzado con alguno de esos porteadores que han dado media vuelta, aunque no sabemos realmente el motivo de su retirada.

(Esta información ha sido facilitada por el propio Patxi Goñi a través de una llamada telefónica a la oficina de Pamplona 2016 realizada ayer, 13 de abril, a las 11h de la mañana, hora española)

Encuentro en Nepal

Banderas de oraciones, típicas del paisaje nepalí

Banderas de oraciones, típicas del paisaje nepalí

Ya en Katmandú, tras un viaje largo pero sin complicaciones, y con todos los materiales recibidos, el altísimo grado de contaminación de la ciudad más grande de Nepal le hace temer a uno por su salud.

Las cuestiones burocráticas ocupan gran parte del tiempo. Ayer Miss Hawley, la británica conocida como “la notaria del Himalaya”, recogía los datos de la expedición con su meticulosidad habitual. También en el Ministerio de Turismo daban luz verde a la ascensión de los cinco alpinistas y se les asignaba un oficial de enlace para que les acompañe y se asegure del cumplimiento de todas las condiciones impuestas.

Ante la gran cantidad de templos que acoge la ciudad, es difícil pasar por Katmandú sin visitar ni maravillarse con uno de ellos. La casualidad quiso que ayer, contemplando el Estupa de Boudhanath, una de las pagodas sagradas más importante para los budistas, se reencontraran con Ang Rita, el sherpa que en 1979 acompañó al equipo navarro de Gregorio Áriz hasta la cima del Dhaulagiri. Fue un encuentro emotivo, en el que se habló y recordó aquella ascensión que supuso el primer ochomil para el montañismo foral.


Esta tarde la expedición, a la que se ha unido una alpinista polaca, viajará en avioneta hasta Taplejung. Allí contratarán a los porteadores de altura e iniciarán el trekking. El Kangchenjunga se siente un poco más cerca.

 

(Esta información ha sido facilitada a través de una llamada telefónica del propio Patxi Goñi a la oficina de Pamplona 2016, a las nueve de la mañana del 8 de abril, hora española)

En la presentación de la expedición, el pasado 13 de marzo

En la presentación de la expedición, el pasado 13 de marzo

Por fin salimos hacia el Kangchenjunga. El próximo sábado, desde Bilbao, cruzaremos un trozazo de mundo para poderlo ver después desde la altura. Los últimos preparativos siempre se acumulan; esto por aquí o por allá, mil cosas, mil amigos a los que decir hasta luego, y claro, las cenas de rigor. Sólo quiero deciros hasta luego y gracias a todos los que han hecho posible este sueño que viene durando.

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