El Mont Vélan es un precioso pico del Valais Suizo, situado en la frontera de Suiza y el valle Italiano de Aosta. A la sombre de la impresionante mole del Gran Combín, el Vélan, tiene la suficiente entidad como para acaparar todas las miradas de quienes deseen hacer una de las ascensiones en esquís de travesía más interesantes de los Alpes.

Nuestro punto de partida (Bourg Sain Pierre) todavía sigue atenazado por los rigores de lo que, sin duda, ha sido un duro y largo Invierno.

Con unas mochilas de las que ya no se suelen ver por estos lares (los flamantes refugios de Vélan y Valsoray se han encargado de hacerlas desaparecer) nos hacen tirar como mulas por el encajonado valle hasta alcanzar la morrena del glaciar de Valsoray.

La figura futurista del refugio de Vélan nos observa vanidosa desde su rocosa atalaya pero, nosotros traemos nuestro casita a cuestas, en el interior de unas mochilas que siguen empeñándose en impedir que nuestros esquís se deslicen por una nieve que, ya a finales de Marzo, se muestra muy cambiante.

La noche es fría y serena en el glaciar de Valsoray, y madrugamos todo lo que la pereza es capaz de permitirnos. Fernando sale como una moto en busca del bonito y domesticado (una cadena de gruesos eslabones lo atenaza) Col de la Gauille.

Salimos de la penumbra de la cara Oeste del Collado y, al cambiar a la vertiente opuesta, un radiante luz nos golpea de frente en nuestros rostros entumecidos por la fría mañana.

Sorteando los Sheracs e infinidad de grietas del Glaciar de Vélan, llegamos a la amplia cumbre de Mont Vélan, auténtico mirador sobre las montañas más altas y emblemáticas de los Alpes: Mont Blanc, Grandes Jorases, Cervino, Monte Rosa etc., nos obsequian con sus inconfundibles siluetas.

Nada más iniciar el fantástico descenso con que nos obsequió esta bonita montaña, nos topamos con una de esas escenas surrealistas que, por más que que sepas que te las puedes encontrar, no dejan de hacer que salten chispas en el interior de la cabeza:

Tres guías Suizos, tras los que ascienden una bien nutrida fila de abnegados clientes, abren, pala en mano, una profunda cata en la pendiente de nieve que lleva a la cima del Mont Vélan. Dibujan con sus palas una enorme Z por la que sus clientes alcanzarán la cumbre de una montaña a la que, más que domesticar, humillan con una práctica que jamás había visto todavía en las montañas. ¡¡Ánimo chavales!!, el ascensor alpino está cada día más cerca.