Explorar un remoto y lejano rincón del Karakorum. Descubrir un lugar por donde nunca antes se ha adentrado ser humano alguno. Ascender por glaciares sin huellas y dejar que nuestra imaginación dibuje en las montañas, rutas nacidas de un sueño, de un destello…y, quién sabe, quizá también, como culminación a este mágico sueño, poder pisar alguna de esas cimas donde nadie ha dejado su huella, desde donde el Karakorum adquiere una perspectiva inédita.

Parece como si estas fueran las reflexiones de alguien aquejado del mal agudo de montaña. Como si después de una noche de bares  por Katmandú, tras una expedición (y un buen montón de cervezas) hiciésemos mil y un planes de nuevas escaladas a cual más arriesgada.

Pues no, nada más lejos de la realidad. Para el mal de montaña creo que quedé vacunado en 1996 durante mi primera expedición al Pamir y, eso de andar por bares hasta  altas horas, hace muchos años que me viene grande.

Pues sí, aunque parezca mentira, existe vida más allá de los Ochomiles. Lo cierto es que estoy un poco arto del circo que se monta entorno a estas magníficas montañas, de tener que sufrir en propia carne las extravancias que en ellas se hacen así que, cuando recibí la invitación de Koke para hacer algo diferente en las montañas, tengo que reconocer que se me erizaron los pelos del cogote.

Conforme me iba relatando el proyecto, yo iba tomando notas, un poco a la ligera, como si el asunto no tuviera la mayor relevancia:

– ¿Haber cómo has dicho?…en la región de Xinjiang, viajar hasta Kashgar, marcha de aproximación en camellos, un valle inexplorado…¡alto!, esto se va poniendo serio. Los nombres que aparecieron después en tal conversación no los había oído en mi vida: Changtok y Karpo Go.

Son estos, dos Sietemiles de los que no hay referencias de ninguna ascensión en el primero y tan solo una, por unos Japoneses, en el segundo.

Estas dos montañas se encuentran en el Karakorum Chino, una región poco conocida y menos visitada, salvo por quienes muestran la osadía de enfrentarse a la arista Norte del K-2. Quien haya visto la película sobre la ascensión a esta soberbia ruta llevada a cabo en 1994 por, entre otros,  nuestro añorado Iñaki Ochoa, recordará también el impresionante recorrido en camellos por el cañón de Shaksgam, salvando mil y un ríos de deshielo desbordados. Pero nuestro objetivo va más allá. Llegados al C.B del K-2, un desconocido y tenebroso glaciar, gira 90º al Oeste y, tras adentrarse por el glaciar Skamri, nos colocará ante una inmensa masa glaciar de la que se yerguen, como vigías de un reino prohibido, montañas jamás ascendidas, Seismiles que es posible que no tengan ni nombre, y nuestros dos principales objetivos para este Verano: El Changtok (7045m) y el Karpo Go (7090m). En ambos intentaremos abrir nuevas rutas en sus aristas Norte. Nuestro estilo será ligero, totalmente alpino y lo más limpio posible; no queremos dejar la más mínima huella de nuestro paso por este desconocido lugar.

Soy consciente de lo complicado de este proyecto, de lo duro que será ir trazando una vía de ascenso a estas montañas. Sentirse como aquellos pioneros, sorprendidos a cada paso mientras dibujaban las líneas por donde ahora todos ascendemos a las grandes montañas del planeta, es algo a lo que no se puede renunciar.

Así pues, este mi proyecto para el próximo Verano. En compañía de 2 buenos amigos y magníficos montañeros con quienes ya he compartido sufrimientos y alegrías en montañas como el Kangchenjunga: Koke Lasa (promotor de la descabellada idea) y Alberto Zerain (cómplice necesario para esta bonita locura).

Recreación de la zona